A sus cuarenta años de edad, el prestigioso abogado de Boston Kenneth
Schwartz fue diagnosticado de cáncer de pulmón. El día antes de la operación
acudió, como le habían dicho, al departamento de precirugía del hospital y se
sentó a esperar a que le llamaran en una sala de espera atestada mientras las
enfermeras iban presurosas de un lado a otro.
Cuando finalmente le llamaron, entró en un despacho en el que una
enfermera le pasó una entrevista preoperatoria. Al comienzo le pareció muy
brusca hasta el punto de que, según dijo, se sintió como otro paciente sin rostro.
Pero, en cuando se enteró de que tenía cáncer de pulmón, su rostro se suavizó,
le tomó la mano y le preguntó cómo se sentía.
En el momento en que Schwartz le habló de su hijo Ben, de dos años de
edad, fue como si ambos se despojasen súbitamente de los roles de paciente y
enfermera. Entonces ella le dijo que su sobrino también se llamaba Ben y,
cuando se despidieron le aseguró enjugándose las lágrimas que, aunque no
formaba parte de su cometido habitual, iría a visitarle antes de la operación.
Cuando, al día siguiente, estaba sentado en una silla de ruedas esperando
que le llevasen a la sala de operaciones, recibió su visita y, sujetándole la mano
y con los ojos llorosos, le deseó suerte.
Ése no fue sino el primero de una serie de encuentros bondadosos y
compasivos con el personal médico que, como dijo Schwartz, «hicieron
tolerable lo insoportable».14
Poco antes de su muerte, que tuvo lugar unos meses después, Schwartz
hizo una generosa aportación para fundar el Kenneth B. Schwartz Center del
Massachussets General Hospital, una fundación que aspira a que más pacientes
puedan beneficiarse de ese tipo de cuidados, una fundación que, dicho en sus
propias palabras, «aliente y proporcione un apoyo médico compasivo» que
ofrezca esperanza a los pacientes, apoyo a los cuidadores y ayuda durante el
proceso de curación.15
El Schwartz Center entrega un premio anual a la compasión para
honrar al personal médico que se haya mostrado especialmente bondadoso en el
trato con los pacientes y que, en ese sentido, pueda servir de modelo a los
demás. Otra innovación muy prometedora del Center consiste en una variante
de los encuentros habituales en los que el personal médico se entera de los
últimos descubrimientos realizados en su campo. En lugar de ello, los
Schwartz Center Rounds proporcionan al personal del hospital la posibilidad
de reunirse para compartir sus preocupaciones y sus miedos, que se basan en la
premisa de que la comprensión de sus sentimientos y de sus respuestas permite
a los cuidadores mejorar la conexión personal que establecen con sus
pacientes.16
«Cuando celebramos nuestro primer Schwartz Center Round dice la
doctora Beth Lown, del Mt. Auburn Hospital de Cambridge (Massachussets)
no esperábamos a más de sesenta o setenta personas, lo que ya está muy bien
pero, para nuestra sorpresa, se presentaron unas ciento sesenta, un dato que
refleja claramente la necesidad de hablar sinceramente de lo que conlleva
nuestro trabajo.»
Como representante de la American Academy on Physicians and Patients,
la doctora Lown tiene una perspectiva única. Desde su punto de vista: «La
cultura hospitalaria va erosionando lentamente las motivaciones que llevan a
tantas personas a interesarse por la medicina, reemplazándola por una
orientación biomédica que se centra básicamente en la tecnología y tiene por
objeto dar cuanto antes de alta al paciente. El problema, pues, no consiste tanto
en saber si es posible enseñar la empatía, sino en determinar lo que hacemos
mal para erradicarla del corazón de los estudiantes de medicina.»
Que los exámenes para expedir el título incluyan hoy en día una
valoración de las habilidades interpersonales refleja la importancia que está
empezando a cobrar, en el ámbito médico, el cultivo de habilidades como el
rapport y el establecimiento de relaciones. Pensemos, por poner sólo un
ejemplo, en la importancia de la entrevista médica que, hablando en general,
el médico llevará a cabo unas 200.000 veces a lo largo de toda su carrera ,17
que proporciona al médico y al paciente una oportunidad extraordinaria para
establecer una buena alianza de trabajo.
La mente analítica del médico ha dividido a la entrevista en siete partes
discretas, desde el modo de empezar hasta la recopilación de información y la
planificación del tratamiento y cuyas líneas directrices no se centran tanto en las
dimensiones médicas que se dan por sentadas como en los aspectos
humanos.
Entre otras muchas cosas, por ejemplo, estas directrices subrayan la
importancia de que el médico permita que el paciente acabe sus frases, en lugar
de dirigir la conversación desde el comienzo y que procure responder a todas
sus preocupaciones y preguntas. Es necesario establecer una conexión personal
que permita al médico entender el modo en que el paciente percibe la
enfermedad y el tratamiento. Los criterios de la entrevista, en suma, necesitan
destacar la empatía y el establecimiento del rapport.
«Aunque éstas sean en opinión de la doctora Lown habilidades que
puedan ser enseñadas y aprendidas, deben ser practicadas y cultivadas como
cualquier otra competencia clínica». De este modo concluye los médicos
no sólo serán más eficaces, sino que los pacientes asumirán más fácilmente al
tratamiento y estarán más satisfechos con el cuidado que reciben.
Pocos meses antes de morir, Kenneth Schwartz, dijo claramente que:
«Los actos humanitarios silenciosos son, para el mantenimiento de la esperanza,
más curativos que la radioterapia y la quimioterapia. Y aunque no crea que,
para vencer al cáncer, baste con la esperanza, ciertamente ha significado, para
mí, algo extraordinariamente importante».
Del Libro Inteligencia Social
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