lunes, 30 de diciembre de 2013

EL TÚ Y EL ELLO


Una mujer cuya hermana acababa de fallecer me contó que había recibido la llamada telefónica de condolencia de un amigo que, pocos años atrás, había perdido también a su propia hermana. Cuando su amigo le dio el pésame, la mujer, visiblemente conmovida, le abrió su corazón y empezó a contarle los
pormenores de la larga enfermedad que finalmente acabó arrebatándole a su hermana.
Pero, mientras estaba contándole lo mucho que la añoraba escuchó, al otro lado de la línea telefónica, el sonido de las teclas de un ordenador, como si su interlocutor estuviera aprovechando la ocasión para poner al día su correo electrónico. Entonces sus comentarios fueron vaciándose gradualmente de
contenido hasta tornarse superficiales y automáticos. Cuando finalmente colgó el teléfono, experimentó la punzada visceral característica del tipo de relación que el filósofo Martin Buber denominó yo-ello
y se sintió peor que antes de la llamada. Según Buber, la modalidad de relación yo-ello se caracteriza porque la persona carece de empatía y de la correspondiente conexión con la realidad subjetiva del otro que tan evidente es para el emisor como para el receptor. Quizás el amigo del ejemplo anterior se hubiera sentido en la obligación de llamarla y expresarle sus condolencias, pero la falta de auténtica conexión emocional acabó truncando una oportunidad de contacto y convirtiéndola en un
mero gesto despojado de todo contenido. Buber acuñó la expresión yo-ello para referirse a la franja del espectro de las relaciones que va desde el simple distanciamiento hasta la manipulación más burda en la que no tratamos a los demás como personas, sino como cosas y, en consecuencia, los convertimos en meros objetos.
Los psicólogos, por su parte, emplean la expresión relación instrumental [agency] para hablar de esta modalidad distante de relación que nos lleva a considerar a los demás como simples medios para el logro de nuestros objetivos. En este sentido, cada vez que nos despreocupamos de los sentimientos de los demás y prestamos únicamente atención a lo que nos interesa de ellos estamos manteniendo una relación instrumental. Esta modalidad egocéntrica de relación se halla en el polo opuesto de la comunión , un estado de alta empatía en el que no sólo nos interesamos por los sentimientos de los demás, sino que nos vemos transformados. Y ello es así
porque la comunión establece un feedback que nos permite conectar con los demás, mientras que la relación exclusivamente instrumental , por su parte, nos desconecta de ellos. Las tareas o preocupaciones que dividen nuestra atención nos despojan de recursos y establecen una modalidad de funcionamiento automático que sólo presta la atención mínima necesaria para mantener la conversación, un tipo de
interacción que, cuando la situación exige una mayor presencia, se experimenta
como desconexión . El exceso de preocupaciones tiene un coste que afecta a cualquier conversación que aspire a ir más allá de lo estrictamente rutinario, especialmente cuando nos adentramos en un dominio emocionalmente conflictivo. Obviamente, la llamada telefónica de condolencia anteriormente mencionada no pretendía hacer ningún daño, pero la división de la atención que con más frecuencia de la deseada caracteriza a la vida moderna, nos predispone lamentablemente hacia una modalidad de relación impersonal.

La relación yo-tú

La siguiente es una conversación que, en cierta ocasión, escuché casualmente en un restaurante:
Mi hermano, que tiene treinta y nueve años, es un auténtico cabeza cuadrada y tiene muy mala suerte con las mujeres. Su primer matrimonio fue un auténtico fracaso porque, aunque posee muchas habilidades técnicas, carece de toda competencia social. Últimamente estoy utilizando un método para no perder tiempo con las
citas. Para ello, emplaza a las distintas candidatas a la misma hora y en el mismo lugar y las ubica en mesas separadas. Luego se sienta exactamente cinco minutos frente a cada una de ellas, pasados los cuales suena un timbre y, en el caso de que decidan volver a verse, intercambian sus direcciones de correo
electrónico para concertar una nueva cita. Pero lo cierto es que mi hermano echa a perder todas las oportunidades que se le presentan porque, apenas se sienta, empieza a hablar de sí mismo, sin
mostrar el menor interés por su interlocutora. No me extraña que ninguna mujer
quiera volver a verle. Comparemos esto con el test de las citas empleado por Allison Charney, que consistía en contar el tiempo que transcurría antes de que la persona con la que había quedado le formulase una pregunta que contuviese la palabra tú . Según cuenta, en su primera cita con Adam Epstein el hombre
con quien un año más tarde acabó casándose , no tuvo siquiera tiempo para
poner en marcha el cronómetro. Ese test nos proporciona un indicador muy claro de la capacidad de
establecer contacto con los demás, adentrarse en su realidad interna y comprenderla. Los psicoanalistas emplean el término intersubjetividad para referirse a esta modalidad de conexión que permite fundir los mundos internos de dos personas que la expresión yo-tú describe, en mi opinión, de un modo bastante más poético.
Como señaló el austríaco Buber en su libro de 1937 sobre la filosofía de las relaciones, la relación yo-tú (o yo y tú , como acabó popularizándose en nuestro país) refleja una conexión muy especial, el tipo de vínculo que, con mucha frecuencia aunque no siempre , encontramos entre marido y esposa, miembros de la misma familia y buenos amigos. No olvidemos que el vocablo alemán Du utilizado por Buber es la forma más íntima empleada por amigos y amantes. Para Buber, místico y también filósofo, el tú posee una dimensión trascendente, porque la relación humana con lo Divino es la única conexión yo-tú que puede mantenerse indefinidamente, el ideal último de nuestra imperfecta humanidad. Pero las modalidades cotidianas del yo-tú van desde el simple respecto y cortesía hasta el afecto, la admiración y las innumerables formas en que manifestamos nuestro amor.
El distanciamiento y la indiferencia emocional que caracterizan a la relación yo-ello contrasta profundamente con la proximidad de la relación yo-tú . En la primera (para la que basta con la vía superior y sus aptitudes
racionales y cognitivas asociadas), los demás son meros medios para el logro de nuestros propios fines mientras que, en la segunda (que establece la conexión y requiere del concurso de la vía inferior), por el contrario, se convierten en un fin en sí mismo.
La frontera que separa el ello del tú es muy permeable y fluida. Es por ello que todo tú puede convertirse, en ocasiones, en un ello y que todo ello puede acabar convirtiéndose también en un tú. Pero lo cierto es que,
cuando esperamos ser tratados como un tú , la modalidad yo-ello se experimenta muy negativamente, como sucedió con la llamada telefónica con la que hemos iniciado esta sección porque, en tales casos, él tratamiento tú se diluye súbitamente en un ello . La empatía constituye la antesala misma de la relación yo-tú , en cuyo caso, nuestro compromiso no es tan superficial porque, como dijo Buber, «la
relación yo-tú sólo puede expresarse con todo nuestro ser». Uno de los rasgos distintivos del compromiso yo-tú es la sensación sentida , es decir, la sensación clara de ser objeto de la empatía de otra persona. En esos precisos momentos no existe la menor duda de que la otra persona sabe lo que estamos sintiendo y, por ello mismo, nos sentimos reconocidos. Como dijo uno de los pioneros del psicoanálisis, cliente y terapeuta oscilan al mismo ritmo a medida que va intensificándose su conexión emocional. 
Como señaló el teórico humanista Carl Rogers, la empatía terapéutica aparece cuando el cliente se siente comprendido, es decir, se siente reconocido como tú .

                  Inteligencia Social.

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