viernes, 31 de enero de 2014

Ya está bien!


                             El motivo de la carta es expresar lo que siento como alumna, profesora y persona. Esto no es una queja, todo lo contrario, justamente el espacio del blog intenta de alguna forma colaborar en la toma de consciencia en los procesos de crecimiento y evolución de las personas todas. Considero entonces, con esta nota la oportunidad de transmitir con mi experiencia, como lo hice en otras notas, los derechos y sobre todo saber y conocer que no debe existir violencia educativa en ningún centro.
No voy a cuestionar el nivel académico pero sí la falta de pedagogía, respeto. Es lamentable que en los centros educativos de todos los niveles, yo ahora mismo me refiero para adultos, pero tengo conocimiento que esto sucede en otros centros y en todos los niveles, existan profesores  que creen que los alumnos que tienen  son estúpido o incapaces. Escuchar la frase: Pero vamos  a ver...! Si esto es muy fácil!. y detrás un bufff. Vomitar la información, con un  aparente orden, que no es tal. Estandarizar y nivelar, cuando todos sabemos que  no somos iguales ni tenemos las mismas capacidades. 
Lo más lamentable de todo esto es que eso es lo que  recibimos de los docentes y nuestra devolución es el SILENCIO. Nadie está conforme con esto, pero no se expresa, no se dice, no se pregunta. Qué nos pasa!. Por Favor!. Reaccionar!. 
Quizás, o me atrevería a asegurar, que es el miedo a las consecuencias que pueda  haber si  hago valer mis derechos. Y yo pregunto: ¿ El tiempo que estás perdiendo?, ¿El dinero, en algunos casos?, ¿Las emociones de frustración que sientes?, ¿La impotencia?. ¿Eso no te da más miedo?. Lo más temeroso es que esto seguirá así años y años si nos quedamos con los brazos cruzados. ¿Esto no te aterra?.

Los que estamos estudiando, no importa la edad, en colegios, institutos, centros de formación profesional, universidades, academias, deseamos que nos traten como personas y esto no está reñido en absoluto con la enseñanza, todo lo contrario.

Realmente me gustaría que estos  profesionales de la educación, como se hacen llamar, se   plantearan  desde que lugar se está ejerciendo esta profesión sería interesante para el desarrollo personal y profesional, ya que ambos aspectos de una persona son integrales. Si se está realizando desde el lugar del sueldo seguro y trabajo para toda la vida, o desde la vocación e implicación en la labor de enseñar y acompañar en un proceso?, que por cierto también es el vuestro. 

Los profesores, maestros y educadores nunca deberíamos dejar de ser y sentir como alumnos. Estoy convencida que si partiéramos de esa base todo fluiría  sin conflictos

                                                                    Adriana Paola Boldrini Camponovo


jueves, 30 de enero de 2014

Ella vio lo que él estaba viendo

Aquí se describe muy claramente la importancia del "vernos a los ojos".

Poco después de su boda, Maggie Verver, la protagonista de la novela de
Henry James La copa dorada, visita a su padre, viudo desde hacía mucho
tiempo, a un hotelito en el campo, entre cuyos clientes había una mujer soltera
que parece mostrarse interesada en él. Después de echar un rápido vistazo, Maggie se da súbitamente cuenta de que su padre, que había permanecido soltero cuando debía cuidar de ella, se siente libre para volver a casarse y, en ese mismo instante, la mirada de su hija le dice que acaba de entender lo que él está sintiendo, sin haberlo mencionado siquiera. Sin intercambiar palabra, Adam, el padre de Maggie, tiene entonces la sensación de que «ella vio lo que él estaba viendo».
En ese diálogo silencioso, «El rostro de ésta no podía ocultarle lo que albergaba en su mente y, a su manera, había visto lo que los dos estaban viendo».
La descripción de ese breve episodio de reconocimiento mutuo ocupa varias páginas del comienzo de la novela y el resto de ese largo relato se ocupa de las consecuencias de ese singular momento de comprensión hasta que finalmente Adam vuelve a casarse.
Henry James supo reflejar perfectamente la extraordinaria riqueza que puede transmitir una simple mirada. No es de extrañar que una expresión que dure tan un solo instante encierre volúmenes enteros de significado, porque estos circuitos neuronales están continuamente activos.
Este radar neuronal está en funcionamiento aun cuando el resto de nuestro cerebro permanezca inactivo. Resulta muy interesante constatar que tres de las cuatro regiones neuronales especialmente más activas que operan como motores neuronales al ralentí prestos a responder a la menor necesidad , tienen que ver con los juicios interpersonales y aumentan su actividad cuando vemos o pensamos en las relaciones interpersonales.
Un grupo de UCLA dirigido por Marco Iacoboni (uno de los descubridores de las neuronas espejo) y Matthew Lieberman (uno de los fundadores de la neurociencia social) han utilizado el RMNf para investigar el funcionamiento de estas zonas. Su conclusión es que la actividad por defecto del cerebro es decir, lo que sucede automáticamente cuando no ocurre nada más gravita en torno al mundo de las relaciones.
La rápida tasa metabólica de estas redes neuronales sensibles a las personas pone de relieve la extraordinaria importancia que ocupa el mundo social en el diseño de nuestro cerebro. Bien podríamos decir que la actividad preferida del cerebro en reposo consiste en la revisión de nuestra vida social, algo que se asemeja a ver una y otra vez nuestro programa de televisión favorito. De hecho, esos circuitos sociales sólo parecen aquietarse cuando nos ocupamos de una tarea impersonal, como analizar detenidamente un extracto
bancario, una tarea que, como cualquier otra ligada al análisis de los objetos, requiere la puesta en marcha de las correspondientes regiones cerebrales.
Quizás esto explique la ventaja que el cerebro atribuye al mundo interpersonal, que nos lleva a esbozar juicios sobre las personas décimas de segundo antes de lo que sucedería en cualquier otro caso. Cualquier encuentro interpersonal activa estos circuitos, esbozando juicios de gusto o disgusto que predicen si habrá o no relación y, en caso positivo, el curso que tomará.
La progresión de actividad cerebral parte de la corteza cingulada y se expande, a través de las células fusiformes y la vía inferior, hasta otras regiones con las que está muy conectada, especialmente la corteza orbitofrontal y reverbera también en todas las áreas emocionales. Esta red proporciona una sensación general que, con la colaboración de la vía superior, permite esbozar una reacción más consciente, ya sea una acción directa o, como ilustra el caso de Maggie Verver, una simple comprensión silenciosa.
El circuito neuronal que conecta la corteza orbitofrontal con la corteza cingulada anterior entra en acción cada vez que elegimos la mejor respuesta posible ante muchas alternativas. Estos circuitos valoran todo lo que experimentamos, asignándole un valor de gusto o disgusto y configurando así también nuestra misma sensación de significado, es decir, de lo que nos importa. Hay quienes actualmente afirman que este cálculo emocional refleja el sistema de valores fundamental en el que se basa el cerebro para organizar nuestro funcionamiento, aunque sólo sea determinando nuestras prioridades en un momento dado. Es por ello que este nódulo neuronal resulta esencial para el proceso de toma de decisiones social y está muy ligado, por tanto, a las conjeturas que hacemos de continuo y acaban determinando el éxito o el fracaso
de nuestras relaciones.
Veamos ahora la asombrosa velocidad con la que el cerebro llega a esas comprensiones de la vida social. En el primer momento en que nos encontramos con alguien, estas áreas neuronales esbozan un juicio inicial a favor o en contra en cuestión de 500 milisegundos.20
Luego viene la cuestión del modo en que debemos reaccionar a la persona implicada. Una vez que la corteza orbitofrontal ha registrado claramente nuestra decisión, determina la actividad neuronal durante otro
veinteavo de segundo en el que las regiones prefrontales cercanas, operando en paralelo, proporcionan información sobre el contexto social y nos ayudan a esbozar una respuesta más adecuada al momento.
La corteza orbitofrontal, usando los datos del contexto, elabora entonces la respuesta más equilibrada entre el impulso primordial ( ¡Vete de aquí! ) y la que mejor funciona (como, por ejemplo, pergeñar una excusa para marchar) sin experimentar, por ello, esa decisión como una comprensión consciente de las reglas que guían la decisión, sino como una sensación de corrección .
La corteza orbitofrontal, en suma, determina nuestra acción después de enterarse de cómo nos sentimos con alguien y lo hace inhibiendo la primera respuesta instintiva, que podría llevarnos a actuar de un modo que luego lamentaríamos.
Esta secuencia no sólo ocurre una vez, sino que lo hace de continuo durante cualquier interacción social. Nuestros mecanismos primarios de guía social se apoyan, pues, en una serie de tendencias emocionales, ya que nuestra acción será diferente si la persona con la que estamos nos gusta o nos desagrada y, si nuestros sentimientos cambian a lo largo de la interacción, el cerebro social se encarga de ajustar silenciosamente lo que decimos y hacemos al respecto.
Lo que sucede en esos instantes resulta esencial para una vida social satisfactoria.

                                 Inteligencia Social.

martes, 28 de enero de 2014

Mi Hija.


Comenzando por aceptar que lo más difícil es hablar de uno mismo y reconocerse. El escribir aporta claridad y ayuda a conocer, reconocer, aceptar e incluso a comenzar el cambio, el final de un ciclo. Sí, es verdad que para cerrar un ciclo y comenzar desde el vacío hay que aceptar, conocer y amar  aquel  que se  quiere cerrar.
Debo decir pese a  los diagnósticos y teorías psicoanalíticas de ese momento, que sí aportaron el conocimiento, pero no la sabiduría y la experiencia, el ser  una persona con ciertas características:  callada, observadora a tal punto que muchas veces irritaba al que me miraba porque no sabía que estaba pensando Jajajajaj!.  Una tontería (ahora lo veo),  pero en ese momento vi cuestionado mi ser por personas que no me conocían o creían conocerme  y que desde luego no se habían tomado el trabajo de  acercarse a mí en  otros aspectos de mi vida. Sí era,  y sigue siendo verdad, que soy yo quien elige dónde ser y con quienes. No tengo que demostrarle nada a nadie. Ese fue y es  una frase que me acompaña. Eso es un problema? Jajajajajja .Claro que no!.   Veían mi vida, chata, plana,  estable y rutinaria, podría llegar a decir, que en algún  punto monótona pero no aburrida, para mí en ese entonces. Pero convengamos que actualmente y siempre el poner rótulos y nombres a las personas nos ha encantado. Este es el aburrido, este es el divertido, este es el tonto y sigue.
Desde luego si tuve la libertad de no definirme en ningún rotulo que querían y aún quieren ponerme.
En  este mundo los títulos van por delante de la persona, aquel que tiene la frase: “Yo Soy tal o cual título, es el que tiene el poder de opinar, ese poder irónicamente somos nosotros quienes se los damos. Nada más lejos de la realidad. En mi vida las personas más sabias, sanas, claras, compasivas  y con inteligencia emocional  que he conocido no poseían ninguna titulación, o por lo menos no hablaban de ello como un trofeo o carta de presentación. Pero reconozco que así nos han criado y aún así estamos criando a los niños. Por eso ni todos los cursos que hice, ni los títulos que obtuve me han regalado lo que ahora conozco  con certeza.   Ni  definen quien soy. Solo yo puedo definirme.
Mi vida, en el momento  más oportuno, dio  un cambio formidable que comenzó con el   nacimiento de Daiana. Una mezcla de miedos,  inexperiencia, inseguridad, amor, me maravillaba sentir vida, el  latir de un corazón que no era el mío. La responsabilidad de lo que pensaba, sentía.  En ese momento no era tan consciente como ahora. Pero la inconsciencia emocional iba acompañada de la espontaneidad y frescura de una joven mujer a la que la vida le dio el regalo más grande. He disfrutado con una ignorancia  tal que me permitió ser feliz sin límites. Por eso muchas veces me pregunto si una pizca de  “ignorancia” vale más que mil tratamientos y terapias. Pero dentro de esa  “ignorancia” o inconsciencia parcial siempre estaba la intuición, espontaneidad,  creatividad,  ilusión, inocencia y sobre todo la libertad!.
Daiana, el regalo con el que aprendí  a vivir realmente. Junto a ella emprendí  un  camino de consciencia que no tiene vuelta atrás.  Crecimiento, madurez, sabiduría, fortaleza, decisión, amor, sensibilidad, dureza, miedo, seguridad, amparo, incertidumbre, desamparo, fortuna, prosperidad, pobreza. Todo!,  su mano con la mía. Junto a  ella descubrí  todo  lo que puedo llegar a SER y HACER sin límites, con libertad total,  pasión,  certeza y con errores también. Aprendí a definirme y  poder  redefinirme tantas veces como desee.  Hemos andado y vivido mucho,  amada  Daiana, momentos formidables  y también no tan buenos, pero de todos hay una anécdota interesante y constructiva. Tú más que nadie me has sabido mostrar con  amor incondicional la sencillez y simplicidad  de todas las cosas maravillosas, con tu inocencia,  y aún  lo sigues haciendo.
 Más allá de los pensamientos religiosos que tengamos cada uno,  soy una convencida que las situaciones tiene un para que.  Hay una maestra y sanadora en nuestras vidas,  cada una en su momento evolutivo y a su manera.
GRACIAS HIJA!
Mucha gente me ha preguntado si cambiaría algo de mi historia. Mi respuesta es: Volvería a vivir todo exactamente como lo viví porque estoy muy satisfecha de lo que soy ahora, de mis orígenes y de compartir este viaje de vida  contigo hija.

Te amo!
                                             Mamá.

                                                                                      Adriana Paola Boldrini Camponovo

lunes, 27 de enero de 2014

El completo vacío


Para que tenga lugar la completa mutación de la conciencia, uno debe negar el análisis y la búsqueda, y no estar más bajo ninguna influencia, lo cual es inmensamente difícil. La mente, viendo lo que es falso, ha descartado por completo lo falso, sin saber qué es lo verdadero. Si uno ya sabe qué es lo verdadero, está tan sólo canjeando lo que considera falso por lo que imagina verdadero. No hay renunciación si uno sabe qué recibirá a cambio. Sólo hay renunciación cuando uno se desprende de algo sin saber qué va a ocurrir después. Ese estado de negación es absolutamente necesario. Por favor, siga esto atentamente, porque si ha llegado hasta allí, verá que en ese estado de negación descubre qué es lo verdadero; porque la negación es el vaciado de la conciencia de lo conocido. Al fin y al cabo, la conciencia está basada en el conocimiento, en la experiencia, en la herencia racial, en la memoria, en las cosas que uno ha experimentado. Las experiencias son siempre del pasado; operan en el presente y, al ser modificadas por el presente, continúan hacia el futuro. Todo eso es la conciencia, el inmenso depósito de los siglos. Tiene su utilidad únicamente en el vivir mecánico. Sería absurdo negar todo el conocimiento científico adquirido en el curso del largo pasado. Pero para dar origen a una mutación de la conciencia, a una revolución en la totalidad de esta estructura, tiene que haber un completo vacío. Y ese vacío es posible solamente cuando descubrimos, cuando vemos realmente lo que es falso. Entonces, si usted ha llegado tan lejos, descubrirá que el vacío mismo ha originado una revolución completa de la conciencia.

                                                         Krishnamurti

jueves, 23 de enero de 2014

EL DESEO FEMENINO Y EL DESEO MASCULINO


Uno de mis mejores amigos durante el primer año de universidad fue un excelente jugador de rugby al que llamábamos La masa . Todavía recuerdo el consejo que le dio su padre, nacido en Alemania, el día en que marchó de casa. La máxima tenía cierto sabor cínico y brechtiano que, traducida libremente del
alemán, significaba algo así como: Cuando el pene se endurece, el cerebro se ablanda .
El significado de esta frase, dicho en términos más técnicos, es que los circuitos neuronales del sexo se asientan en regiones subcorticales de la vía inferior que se encuentran más allá del alcance del cerebro racional. Es por ello que, cuanto más desbordados nos vemos por los circuitos de la vía inferior, menos atención prestamos a las razones esgrimidas por la vía superior.
De ahí precisamente se deriva la irracionalidad que caracteriza a tantas elecciones románticas que parecen inaccesibles a los circuitos encargados del pensamiento lógico. Por ello podríamos decir que el cerebro social ama y cuida, mientras que el deseo discurre a través de los senderos de la vía inferior.
Cierta investigación de imagen cerebral ha demostrado que los circuitos cerebrales que se activan cuando los hombres y las mujeres contemplan la fotografía de una persona amada son diferentes, hasta el punto de que podríamos concluir que el deseo asume dos formas diferentes, una masculina y otra femenina. Estos centros están ligados, en el caso del hombre enamorado aunque no en el de la mujer al procesamiento visual, lo que pone de manifiesto que el aspecto de la mujer despierta la pasión de un hombre. No es de extrañar por tanto que, como dice cierta investigadora, haya tantos hombres interesados en la pornografía visual y que, por ello mismo, la autoestima de la mujer gire más en torno a su apariencia y, en consecuencia, preste más atención a su aspecto, para «promocionar visualmente mejor según dice los recursos de que dispone».
Los centros del cerebro emocional que se activan cuando la mujer contempla una imagen de su amado son, por su parte, muy diferentes y se centran en regiones cognitivas ligadas a la memoria y la atención.2 Esta
diferencia explica por qué las mujeres ponderan más cuidadosamente sus sentimientos y piensan también más en el papel que, en el futuro, puede desempeñar su compañero. Es por ello que, al comienzo de la relación, las mujeres tienden a ser bastante más pragmáticas que los hombres, razón por la cual se enamoran también más lentamente. Como dice cierto investigador: «El sexo casual no es, después de todo, tan casual para las mujeres como lo es para los hombres».
Después de todo, el radar cerebral del apego necesita varios encuentros para decidirse a asumir un compromiso. Cuando los hombres se enamoran, se zambullen en la vía inferior, pero las mujeres aunque también emplean la vía inferior jamás abandonan completamente la superior.
Una visión más cínica afirma que los hombres buscan objetos sexuales, mientras que las mujeres buscan objetos de éxito . Pero, aunque los hombres se sientan atraídos por las mujeres que físicamente más les gustan y éstas por los signos de poder y de riqueza de aquéllos, esto no es tanto lo que les atrae como
lo que les diferencia, porque lo que más atrae al hombre de la mujer y
viceversa es, en ambos casos, la bondad.
Para complicar todavía más las cosas, los circuitos de la vía superior parecen decididos por puritanismo o en aras de sentimientos más elevados a reprimir las corrientes subterráneas del deseo. Todas las culturas han
empleado la vía superior para refrenar los impulsos de la vía inferior o, dicho en términos freudianos, la civilización siempre ha generado malestar. Durante muchos siglos, por ejemplo, los matrimonios de las clases altas europeas eran un mero acuerdo entre las familias destinado a garantizar que la propiedad de la
tierra quedara en manos de un determinado linaje. En esencia, los matrimonios concertados sellaban las alianzas interfamiliares, relegando así el amor y el deseo al ámbito del adulterio.
Según dicen los historiadores sociales, el ideal romántico de un vínculo emocional, amoroso y comprometido entre los miembros de la pareja no apareció, al menos en Europa, hasta la época de la Reforma, jalonando así la superación del ideal medieval de castidad que consideraba al matrimonio como un mal necesario. No fue hasta la Revolución Industrial y la emergencia de la clase media que la noción de amor romántico según la cual basta, para casarse, con estar enamorados acabó popularizándose en Occidente. Y es evidente que, en culturas como la hindú, por ejemplo que aún viven a caballo entre la tradición y la modernidad , son una minoría las parejas que se casan por amor y que, con mucha frecuencia, se ven obligadas a hacerlo superando las objeciones familiares, que siguen decantándose por el matrimonio concertado.
Pero el ideal moderno del matrimonio que combina el compañerismo y el respeto con los placeres más veleidosos del amor romántico debe reconocer el hecho de que nuestra biología no siempre colabora en ello. A fin de cuentas, la familiaridad acaba extinguiendo el deseo y hay ocasiones en que tal cosa puede
ocurrir en el mismo momento en que la otra persona se convierte en un objeto seguro .
Pero las cosas todavía son más complicadas, porque las moléculas con que la naturaleza ha dotado a hombres y mujeres les orientan en direcciones diferentes. Así, por ejemplo, las tasas de substancias inductoras del deseo y del afecto son, en los hombres, superiores e inferiores, respectivamente, a las que
muestran las mujeres. En esas diferencias biológicas se asientan precisamente muchas de las tensiones clásicas que enfrentan a hombres y mujeres en el dominio pasional.
Pero quizás el problema fundamental al que se enfrenta el amor romántico dejando de lado las cuestiones culturales y de género se deriva de la tensión existente entre los sistemas cerebrales que subyacen a la sensación de un apego seguro y aquellos otros en los que se asientan el cuidado y el sexo.
Cada una de esas redes neuronales alienta un determinado conjunto de motivos y necesidades, que pueden estar en conflicto (en cuyo caso, el amor corre el peligro de zozobrar) o ser compatibles (en cuyo caso, por el contrario, florecerá).
                                                      Inteligencia Social. Goleman Daniel

Dejar de lado las pantallas


¿Cómo escucha usted? Escucha con sus proyecciones, a través de lo que proyecta, a través de sus ambiciones, deseos, temores, ansiedades, escuchando únicamente lo que desea escuchar, lo que será satisfactorio, lo que habrá de gratificarlo, lo que le brindará consuelo, lo que aliviará momentáneamente su sufrimiento? Si escucha a través de la pantalla de sus deseos, entonces escucha su propia voz, es obvio; está escuchando sus propios deseos. Existe alguna otra forma de escuchar no sólo lo que está diciendo, sino todo: la gritería de las calles, el parloteo de las aves, el ruido del tranvía, el mar agitado, la voz de nuestro marido, de nuestra esposa, de nuestros amigos, el llanto de un bebé...? Escuchar es importante sólo cuando no estamos proyectando nuestros propios deseos por medio de aquello que escuchamos. Puede uno dejar de lado todas estas pantallas a través de las que escucha, y escuchar realmente?

miércoles, 22 de enero de 2014

Vivir las cuatro estaciones en un día


¿No es esencial que haya una constante renovación, un renacimiento? Si el presente está cargado con la experiencia de ayer, no puede haber renovación. La renovación no es la acción de nacimiento y muerte; está más allá de los opuestos; sólo la libertad respecto de los recuerdos acumulados trae renovación, y la comprensión no existe, salvo en el presente.
La mente puede comprender el presente sólo si no compara, si no juzga; el deseo de alterar o condenar el presente sin haberlo comprendido, da continuidad al pasado. Hay renovación únicamente cuando comprendemos, sin distorsión alguna, el pasado que se refleja en el espejo del presente [...].
Si usted ha vivido de manera plena, completa, una experiencia, ¿no ha hallado que ésta no deja rastros tras de sí? Sólo las experiencias incompletas dejan su huella y dan continuidad a la memoria que se autoidentifica. Nosotros consideramos el presente como un medio hacia un fin; de ese modo, el presente pierde su inmensa significación. El presente es lo eterno. Pero una mente compuesta en el tiempo, ¿cómo puede comprender aquello que no ha sido compuesto, que está más allá de todos los valores, que es lo eterno?
A medida que surge cada experiencia, pase por ella tan plena y hondamente como sea posible; examínela a fondo, sondéela de manera amplia y profunda; dése cuenta del dolor y del placer, de sus propios juicios e identificaciones. Sólo cuando la experiencia es completada hay renovación. Debemos ser capaces de vivir las cuatro estaciones en un día; estar agudamente atentos a la experiencia, y así comprender las acumulaciones de cada día y liberarnos de ellas.

                                                                          Krishnamurti

martes, 21 de enero de 2014

La rueda de la Vida. ( Una historia que resuena)

Mi Madre

Mi vida debería haberme parecido perfecta puesto que era el cuadro mismo de la dicha. En
1969 nos mudamos a una preciosa casa diseñada por Frank Lloyd Wright en Flossmoor, un barrio de
clase alta. Mi nuevo jardín huerta era bastante extenso, por lo que Manny y los niños me regalaron
un minitractor para mi cumpleaños. Manny estaba encantado con su nuevo estudio e instaló un
fabuloso equipo estereofónico para que yo escuchara música country desde mi cocina de ensueño.
Los niños estaban internos en un destacado colegio privado.
Pero a mí me parecía casi demasiado perfecto para ser cierto. Era como un sueño del que
suponía iba a despertar. Una buena mañana desperté sabiendo el origen de mi inquietud. Estábamos
en la tierra de la abundancia, donde no nos faltaba nada, y yo no había transmitido a mis hijos
justamente aquello que había sido lo más importante durante mi infancia. Quería que supieran lo que
era levantarse temprano, hacer excursiones por las colinas y montañas, apreciar y reconocer las
flores, las diferentes hierbas, los grillos y las mariposas. Quería que recogieran flores y piedras de
colores durante el día, y que por la noche dejaran que las estrellas les llenaran de sueños la cabeza.
No me detuve a pensar lo que debía hacer. Ésa no era mi manera de actuar. Tomé la decisión
rápidamente: la semana siguiente saqué a Kenneth y Barbara del colegio y nos marchamos en avión
a Suiza. Mi madre se reunió con nosotros en Zermatt, una encantadora aldea alpina donde estaban
prohibidos los coches y la vida era bastante parecida a lo que había sido hacía cien años. Eso era lo
que deseaba. El tiempo estaba divino. Hicimos excursiones con los niños, en las cuales subieron
montañas, corrieron a lo largo de los riachuelos y persiguieron animales. Recogían flores y se
llevaban piedre-cillas a casa. Tenían las mejillas sonrosadas, tostadas por el sol. Fue una
experiencia inolvidable.
Pero resultó que no fue inolvidable por eso. La última noche, entre mi madre y yo acostamos a
los niños. Ella se quedó para darles besos y abrazos extra de buenas noches mientras yo salía al
balcón. Me estaba columpiando en una vieja mecedora hecha a mano cuando se abrió la puerta
corredera del dormitorio y mi madre se unió a mí para disfrutar del aire fresco de la noche.
Las dos contemplamos maravilladas la luna, que parecía flotar sobre el Matterhorn. Mi madre
se sentó a mi lado; estuvimos en silencio durante un buen rato, cada una sumida en sus
pensamientos. La semana había sido mejor de lo que yo había imaginado. No podía haberme
sentido más feliz. Pensé en los habitantes de todas las ciudades del mundo que jamás hacían un
esfuerzo por contemplar un cielo tan precioso. Soportaban la vida mirando la televisión y bebiendo
alcohol. Mi madre aparentaba sentirse tan feliz como yo, tanto en ese momento como con su vida.
No sé cuánto rato estuvimos sentadas en silencio, gozando de la mutua compañía, pero mi
madre rompió
finalmente el hechizo. Podría haber dicho millones de cosas en esos instantes, cualquier cosa,
pero dijo:
- Elisabeth, no vivimos eternamente.
Hay motivos para que las personas digan ciertas cosas en ciertos momentos. Yo no tenía idea
de por qué mi madre me decía eso entonces y en ese lugar. Tal vez se debía a la enormidad del
firmamento; tal vez porque se sentía relajada y más unida a mí después de haber pasado esa
semana juntas.
Tal vez, como creo ahora, tuvo una premonición, un atisbo del futuro. En todo caso, continuó:
- Tú eres el único médico de la familia y si se presentara una urgencia, cuento contigo.
¿Qué urgencia? Pese a sus setenta y siete años, había participado en todas las excursiones sin
ningún problema, ningún achaque. Estaba perfectamente sana.
No supe qué decir. Sentí deseos de gritarle algo, pero en realidad ella no me dejó lugar.
Continuó en esa morbosa dirección:
- Si alguna vez me convierto en vegetal, quiero que pongas fin a mi vida.
Yo me sentía cada vez más molesta y le dije algo así como "Deja de hablar así", pero ella
repitió la petición. Por el motivo que fuera, me estaba estropeando la noche y tal vez todas las
vacaciones.
- Déjate de tonterías —le supliqué—. No va a ocurrir nada de eso.
Al parecer a ella la traía sin cuidado lo que yo pensara en esos momentos; además, era cierto
que yo no podía asegurarle que no iba a acabar como un vegetal. En fin, esa conversación me
fastidiaba. Finalmente me incorporé y le dije que yo estaba en contra del suicidio y que nunca, nunca
jamás, ayudaría a alguien en eso, y mucho menos a mi madre, la persona cariñosa que me dio a luz
y me mantuvo con vida.
- Si te ocurre algo, haré por ti lo mismo que hago por todos mis pacientes, te ayudaré a vivir
hasta que mueras.
Más o menos así se terminó esa perturbardora conversación. No había nada más que decir. Me
levanté y la abracé. A las dos nos corrían lágrimas por las mejillas. Ya era tarde, hora de ir a
acostarnos. Al día siguiente volveríamos a Zúrich. Yo sólo deseaba pensar en los momentos
agradables, no en el futuro.
Por la mañana ya se había, roto el hechizo. Mi madre era la misma de siempre y disfrutamos
del trayecto en tren a Zúrich. Allí se nos reunió Manny y nos alojamos en un hotel de lujo, que era
más del estilo de mi marido. A mí no me importó, puesto que tenía "mi tanque" lleno de aire fresco y
flores silvestres. Estuvimos una semana más en Zúrich y luego volamos de vuelta a Chicago. Me
sentía absolutamente rejuvenecida, aunque no podía quitarme de la cabeza la conversación con mi
madre. Traté de no hacerle caso, pero me pesaba como un nubarrón negro en la conciencia.
Tres días más tarde me llamó Eva a casa para comunicarme que el cartero había encontrado
inconsciente a nuestra madre en el cuarto de baño. Había sufrido un derrame cerebral.
Cogí el siguiente avión y desde el aeropuerto fui directamente al hospital donde estaba mi
madre. Incapacitada para moverse o hablar, me miró con cientos de palabras en sus profundos ojos
apenados y asustados. Todas se resumían en una sola súplica, que yo entendí. Pero en ese
momento sabía, como había sabido antes, que jamás podría cumplir su petición. Jamás podría ser
un instrumento de su muerte.
Los días siguientes fueron difíciles. Permanecí a su lado, sentada o atendiéndola y
manteniendo con ella un monólogo. Aunque no podía moverse, me contestaba con los ojos. Cerraba
un ojo para decir sí, los dos para decir no. A veces lograba apretarme la mano con la mano izquierda.
Hacia el final de la semana sufrió otros derrames menos graves. Perdió el control de la vejiga. Con
eso se la consideró un vegetal.
- ¿Estás cómoda?
Guiño de un ojo.
- ¿Quieres seguir aquí?
Los dos ojos.
- Te quiero.
Un apretón en la mano.
Era exactamente la situación que ella había temido durante las vacaciones de la semana
anterior. Incluso me lo había advertido: "Si alguna vez me convierto en vegetal, quiero que pongas fin a mi vida." Su súplica en el balcón resonaba en mi memoria. ¿Sabía ella que se aproximaba esto?
¿Tendría una premonición? ¿Era posible un conocimiento interior?
¿De qué manera podía hacerle más soportable, más agradable, la vida que le quedaba?
Muchas preguntas, muy pocas respuestas.
Si yo fuera Dios, me decía en silencio, éste sería el momento para introducirme en su vida, para
agradecerle el haber amado generosamente a su familia, el haber criado a sus hijos a fin de que
fueran seres humanos respetables, dignos, productivos.
Por la noche tenía largas conversaciones con El. Una tarde incluso entré en una iglesia y le
hablé a la cruz. "Dios, ¿dónde estás? —le pregunté amargamente—. ¿Me oyes? ¿Existes siquiera?
Mi madre ha sido una mujer buena, trabajadora, dedicada. ¿Qué piensas hacer por ella ahora que de
verdad te necesita?" Pero no hubo respuesta, ni una sola señal.
Nada, sólo silencio.
Al ver a mi madre languidecer en su capullo de impotencia y tormento, casi pedía a gritos
una intervención divina. En silencio le ordenaba a Dios que hiciera algo y lo hiciera rápido. Pero si
Dios me oía, por lo visto no tenía ninguna prisa. Yo le dirigía, palabras insultantes en suizo y en
inglés. Pero continuó sin impresionarse.
Aunque tuvimos largas discusiones con los médicos del hospital y de fuera, sólo teníamos dos
opciones. O bien mi madre continuaba en ese hospital docente, donde le aplicarían todos los
tratamientos posibles, aunque eran pocas las probabilidades de mejoría; o bien la llevábamos a una
residencia menos cara donde recibiría esmerada atención médica pero no se emplearía ningún
medio artificial para prolongarle la vida, es decir, no la conectarían a máquinas para respirar ni para
otra cosa.
Con mis hermanas tuvimos una conversación muy emotiva. Las tres sabíamos qué habría
elegido nuestra madre. Manny, que la consideraba su segunda madre, nos hacía llegar su experta
opinión desde Estados Unidos. Afortunadamente Eva ya había localizado una excelente residencia
dirigida por monjas protestantes en Riehen, cerca de Basilea, donde ella y su mando se habían
construido una casa. En aquella época no existían todavía los hogares para moribundos, pero las
monjas consagraban sus vidas a atender a estos pacientes especiales.
Utilizando todas nuestras influencias, conseguimos que la admitieran.
Cuando mi permiso en el hospital estaba próximo a acabarse, decidí acompañarla en la
ambulancia desde Zúrich a Riehen. Para darnos ánimo y valor, llevé conmigo una botella de
Eiercognac, ponche de huevo preparado con coñac. También hice una lista, más bien corta, de las
pertenencias más queridas de mi madre, y una lista de los familiares y las personas más importantes
en su vida, sobre todo de aquellas que la ayudaron durante los años posteriores a la muerte de mi
padre; ésta era más larga.
Durante el trayecto ambas fuimos adjudicando las cosas a las personas más adecuadas. Nos
llevó mucho tiempo determinar qué convenía a quién, por ejemplo la estola y el gorro de armiño que
le habíamos enviado desde Nueva York. Cada vez que encontrábamos lo que convenía a una
persona, bebíamos un trago de Eiercognac. El encargado de la ambulancia tenía sus dudas respecto
a eso, pero yo lo tranquilicé diciéndole: "No pasa nada, soy médico."
No sólo realizamos algo que a mi madre le procuró paz mental sino que cuando llegamos a la
residencia nuestro estado de ánimo era alegre.
La habitación de mi madre daba a un jardín. Se sintió a gusto allí. Durante el día podría oír el
canto de los pájaros en los árboles, y por la noche tendría una buena vista del cielo. Antes de
despedirme le metí un pañuelo perfumado en la mano semibuena. Generalmente le gustaba sostener
un pañuelo en la mano. Comprobé que estaba relajada y contenta en una residencia donde ella
sabía que la calidad de su vida era la consideración principal.
Por alguna razón, a Dios le pareció bien mantenerla viva cuatro años más. Su estado negaba
cualquier probabilidad de supervivencia. Mis hermanas se ocupaban de que estuviera bien y cómoda
y jamás sola. Yo iba a visitarla con frecuencia. Mis pensamientos siempre volvían a esa fatídica
noche en Zermatt. La oía suplicarme que pusiera fin a su vida si acababa como un vegetal. Tuvo que
haber sido una premonición, porque justamente estaba en el estado que había temido. Era trágico.
De todos modos, yo sabía que no era el final. Mi madre continuaba recibiendo y dando amor. A
su mañera estaba creciendo espiritualmente y aprendiendo las lecciones que necesitaba aprender.
Eso deberíamos saberlo todos. La vida acaba cuando hemos aprendido todo lo que tenemos que
aprender. Por lo tanto, cualquier idea de poner fin a su vida, como ella había pedido, era aún más
inimaginable que antes.
Yo quería saber por qué mi madre iba a acabar así. Continuamente me preguntaba qué lección
querría enseñarle Dios a esa amante mujer.
Incluso pensaba si tal vez ella nos estaría enseñando algo a los demás.
Pero mientras continuara sobreviviendo sin ningún apoyo artificial, no había nada que hacer
aparte de amarla.
                                                          ELIZABETH KÜBLER-ROSS




lunes, 20 de enero de 2014

¿Hay un observador observando la soledad?


Mi mente observa la soledad y la evita, escapa de ella. Pero si no escapo de ella, ¿hay, acaso, una división, una separación, hay un observador observando la soledad? ¿O sólo existe un estado de soledad, un estado en que mi mente misma se siente vacía, sola? No hay allí un observador consciente de la soledad. Creo que es muy importante captar esto rápidamente, sin verbalizarlo demasiado. Decimos: «Soy envidioso y quiero librarme de la envidia», de modo que están el observador y lo observado; el observador desea librarse de eso que «él» observa. Pero ¿no es el observador lo mismo que lo observado? Es la mente misma la que ha creado la envidia; en consecuencia, la mente no puede hacer nada con respecto a la envidia. Así, mi mente observa la soledad; el pensador tiene conciencia de que se siente solo. Pero si permanezco plenamente en contacto con eso, es decir, si no escapo de ello, si no lo interpreto y demás, ¿hay diferencia alguna entre el observador y lo observado? ¿O sólo existe un estado, el de la mente misma que está vacía, sola? Entonces, al darse cuenta la mente de que ella misma está vacía y de que cualquier esfuerzo, cualquier movimiento que haga para alejarse de esa vacuidad es tan sólo un escape, una dependencia, ¿puede dejar a un lado toda dependencia y permanecer así, completamente vacía, completamente sola? Y si se halla en ese estado, ¿no está, acaso, libre de toda dependencia, de todo apego?

                                     Krishnamurti

domingo, 19 de enero de 2014

Metagenealogía

René Descartes Las pasiones del alma, publicado en París en 1649:
…es fácil imaginar que las extrañas aversiones de algunos, que
les impiden soportar el olor de las rosas o la presencia de un gato, y
otras cosas parecidas, provienen solamente de que, en los comienzos
de su vida, han sido molestados en gran manera por alguno de
estos objetos, o bien porque han participado en el sentimiento de su
madre, que ha sido molestada por ellos estando embarazada. Porque
es cierto que hay relación entre los movimientos de la madre y
del niño que está en su vientre, de modo que lo que le es contrario
al uno daña al otro. Y el olor de las rosas puede haberle producido
dolor de cabeza a un niño estando aún en la cuna; o bien, un gato le
puede haber asustado mucho, sin que nadie se haya dado cuenta de
ello, ni él mismo haya vuelto después a acordarse, aunque la idea de
la aversión que experimentó entonces hacia esas rosas o ese gato
quede impresa en su cerebro hasta el fin de su vida (parte II, art.
CXXXVI, trad. Eugenio Frutos, Planeta, Barcelona 1989).

Con estos actos me opuse a esa actitud psicoanalítica de transformar el lenguaje del inconsciente (sueños, actos fallidos, sincronicidades) en lenguaje articulado y explicaciones racionales y opté por enseñar al intelecto el lenguaje del inconsciente, compuesto en su mayor parte de imágenes y acciones que desafían a la lógica. La palabra revela un problema, pero no lo cura. Las únicas palabras sanadoras que entiende el inconsciente son los rezos y los encantos. Para convertirlo en aliado protector es necesario seducirlo por medio de actos de naturaleza teatral o poética. Así como el inconsciente
acepta los placebos, también acepta los actos metafóricos. Las pulsiones no se resuelven sublimándolas sino realizándolas de forma simbólica.
Para sanar una enfermedad no podemos limitarnos sólo a lo científico. La mirada de un artista equilibra la de un médico, capaz de comprender los problemas biológicos pero que carece de las técnicas necesarias para detectar los valores sublimes sepultados en cada individuo. Para que sane, es necesario que el paciente
sea lo que en verdad es y se libere de la identidad adquirida: lo que los otros han querido que sea. Toda enfermedad proviene de una orden que hemos recibido en la infancia obligándonos a realizar
lo que no queremos y una prohibición que nos obliga a no ser lo que en realidad somos. El mal, la depresión, los temores resultan de una falta de conciencia, de un olvido de la belleza, de una tiranía familiar, del peso de un mundo con tradiciones y religiones obsoletas.
Para sanar a un paciente, o sea ayudarlo a convertirse en lo que en verdad es, se le ha de hacer consciente de que no es un individuo aislado, sino el fruto de al menos cuatro generaciones de ancestros.
Es imposible conocernos a nosotros mismos si no conocemos el legado material y espiritual de nuestro árbol genealógico. Pero las estructuras del clan familiar no deben ser el objeto de interpretaciones restrictivas que analizan al ser como si fuera una máquina biológica. Las grandes teorías psicológicas del siglo XX emanan de
geniales médicos psiquiatras, como Freud, Groddeck o Reich. Pero en sus seguidores se desarrolló la creencia falsa, nociva, de que para conocer el alma humana toda búsqueda debe inspirarse en procesos
de investigación científica. Carl Gustav Jung, en 1929, se hizo consciente de esta confusión intelectual:
El intelecto es, efectivamente, un enemigo del alma, porque tiene
la audacia de querer captar la herencia del espíritu, de lo cual no
es capaz bajo ninguna circunstancia, porque el espíritu es bastante
superior al intelecto, dado que aquél comprende no sólo a este último
sino también al corazón [Gemüt, ánimo].

El ser humano consciente no puede ser analizado como un todo
fijo, un cuerpo-objeto sin realidad espiritual. El Inconsciente, por
esencia, se opone a toda lógica. Si es reducido a explicaciones científicas
o a enseñanzas universitarias, se le convierte en cadáver. Jung
agrega:
Por eso sé que las universidades han dejado de actuar como portadoras
de luz. La gente está saciada de la especialización científica y
del intelectualismo racionalista. Quiere oír acerca de una verdad
que no estreche sino que ensanche, que no oscurezca sino que ilumine,
que no se escurra sobre uno como agua sino que penetre conmovedora
hasta la médula de los huesos.
He aquí por qué ningún diploma puede garantizar la calidad de
un psicoterapeuta: ayudar al otro a sanar supone no solamente comprender
de qué sufre, sino también poner a su alcance los elementos
necesarios que le permitan cambiar...

                                                                    Alejandro Jodorowsky  Marianne Costa


Una conferencia que me encantó!.


¿Cómo te defines?




sábado, 18 de enero de 2014

¿Puede un ser humano cambiar?


Usted debe haberse preguntado, estoy seguro, si un ser humano puede realmente cambiar. Sé que las circunstancias externas cambian: nos casamos, nos divorciamos, tenemos hijos, hay muerte, un empleo mejor, la presión de las nuevas invenciones, etc. Exteriormente se desarrolla una tremenda revolución en la cibernética y en la automatización. Usted debe haberse preguntado si es del todo posible que uno cambie, no en relación con los acontecimientos externos, no un cambio que sea una mera repetición o una continuidad modificada, sino una revolución radical, una mutación total de la mente. Cuando uno se da cuenta, como usted mismo debe haberlo notado, que de hecho no cambia, uno se siente terriblemente abatido, escapa de sí mismo. De modo que surge la pregunta inevitable: ¿Puede haber un cambio? Recordamos un periodo en que éramos jóvenes, y esa pregunta acude a nosotros nuevamente: ¿Cambian, en modo alguno, los seres humanos? ¿Ha cambiado usted? Quizás ha existido una modificación en la periferia, pero en lo profundo, radicalmente, ¿ha cambiado? Tal vez no queremos cambiar porque nos sentimos bastante cómodos [...].
Yo quiero cambiar. Veo que soy terriblemente desdichado, estoy deprimido, soy desagradable, violento, con algún destello ocasional de otra cosa que el mero resultado de un motivo; y ejercito mi voluntad para hacer algo al respecto. Digo que debo ser diferente, que debo abandonar este hábito, ese otro hábito, que debo pensar y sentir de una manera distinta, que debo actuar de una manera distinta, que debo ser más esto y menos aquello. Uno hace un esfuerzo tremendo, y al final de ello sigue estando deprimido, es vulgar, desagradable, brutal, sin sentido alguno de lo que es la calidad humana. Entonces se pregunta si existe de hecho cambio alguno. ¿Puede un ser humano cambiar?


La transformación sin motivo

¿Cómo he de transformarme? Veo la verdad -al menos veo algo al respecto- de que un cambio, una transformación, debe comenzar en un nivel que la mente no puede alcanzar, porque mi conciencia -como lo consciente y lo inconsciente- está condicionada en su totalidad. Entonces, ¿qué he de hacer? Espero estar exponiendo con claridad el problema. Para expresarlo de una manera distinta: ¿Puede mi mente estar libre de la sociedad?, siendo la sociedad toda la educación, la cultura, la norma, los valores, los modelos. Ya que si no está libre, cualquier cambio que intente producir dentro de ese estado de condicionamiento seguirá siendo limitado; por lo tanto, no será cambio en absoluto.
Entonces, ¿puedo observar sin que para ello haya un motivo? ¿Puede mi mente existir sin ningún incentivo, sin ningún motivo para cambiar o no cambiar? Porque cualquier motivo es el resultado de la reacción de una cultura en particular, nace de un trasfondo determinado. Entonces, ¿puede mi mente estar libre de cierta cultura en la que me he educado? Ésta es realmente una pregunta muy importante. Ya que si la mente no se libera de la cultura en que se ha educado y nutrido, es indudable que el individuo nunca podrá estar en paz, nunca podrá ser libre. Sus diosas y sus mitos, sus símbolos y todos sus intentos son limitados, porque siguen estando dentro del campo de la mente condicionada. Cualesquiera que sean los esfuerzos que haga o deje de hacer dentro de ese campo limitado, son realmente inútiles en el más profundo sentido de esa palabra. Pueden constituir una decoración mejor de la prisión en que se encuentra: más luz, más ventanas, mejor comida, pero sigue siendo la prisión de una determinada cultura.

                                                                                  Krishnamurti

viernes, 17 de enero de 2014

La Rueda de la Vida


Realmente creo que mi verdad es una verdad universal que está por encima de cualquier 
religión, situación económica, raza o color, y que la compartimos todos en la experiencia normal de la 
vida. 
Todas las personas procedemos de la misma fuente y regresamos a esa misma fuente. 
Todos hemos de aprender a amar y a ser amados incondicionalmente. 
Todas las penurias que se sufren en la vida, todas las tribulaciones y pesadillas, todas las 
cosas que podríamos considerar castigos de Dios, son en realidad regalos. Son la oportunidad para 
crecer, que es la única finalidad de la vida. 
No se puede sanar al mundo sin sanarse primero a sí mismo. 
Si estamos dispuestos para las experiencias espirituales y no tenemos miedo, las tendremos, 
sin necesidad de un gurú o un maestro que nos diga cómo hacerlo. 
Cuando nacimos de la fuente a la que yo llamo Dios, fuimos dotados de una faceta de la divinidad; eso es lo que nos da el conocimiento de nuestra inmortalidad. 
Debemos vivir hasta morir. 
Nadie muere solo. 
Todos somos amados con un amor que trasciende la comprensión. 
Todos somos bendecidos y guiados. Es importante que hagamos solamente aquello que nos 
gusta hacer. Podemos ser pobres, podemos pasar hambre, podemos vivir en una casa destartalada, pero vamos a vivir plenamente. Y al final de nuestros días vamos a bendecir nuestra vida porque 
hemos hecho lo que vinimos a hacer. 
La lección más difícil de aprender es el amor incondicional. 
Morir no es algo que haya que temer; puede ser la experiencia más maravillosa de la vida. 
Todo depende de cómo hemos vivido. 
La muerte es sólo una transición de esta vida a otra existencia en la cual ya no hay dolor ni angustias. 
Todo es soportable cuando hay amor. 
Mi deseo es que usted trate de dar más amor a más personas. 
Lo único que vive eternamente es el amor. 

                                                           ELIZABETH KÜBLER-ROSS


jueves, 16 de enero de 2014

Subes y bajas la vida es así. Motivación



miércoles, 15 de enero de 2014

El amor, el poder y la empatía


El poder desempeña un papel muy importante en el flujo interpersonal de la emoción. Aunque no resulte posible calibrar el poder relativo de los integrantes de una pareja, siempre es posible estimarlo aproximadamente en términos prácticos diciendo que el miembro más poderoso es el que menos
esfuerzo debe hacer por cambiar y aproximarse al otro. En el caso de una relación amorosa, el miembro más poderoso es el que más influye en el modo en que el otro le siente o se siente a sí mismo y el que más cosas tiene que decir a la hora de tomar decisiones conjuntas sobre cuestiones económicas o aspectos
de la vida cotidiana como, por ejemplo, ir o no a una fiesta. A decir verdad, las parejas suelen repartirse tácitamente el poder y uno, por ejemplo, se ocupa de las cuestiones económicas, mientras que el otro se
encarga, pongamos por caso, de la planificación de las relaciones. Por otra parte y, en lo que respecta al dominio global de las emociones, el miembro menos poderoso es el que se ve obligado a realizar los mayores ajustes internos para converger emocionalmente con el otro. Estos ajustes son más evidentes cuando uno de los miembros asume deliberadamente una actitud emocionalmente neutra, como sucede en el caso de la psicoterapia. Desde la época de Freud, los psicoterapeutas han advertido que su cuerpo reproduce las emociones que experimentan sus clientes. No es de extrañar que, cuando un cliente evoca un recuerdo doloroso o se siente aterrado por un recuerdo traumático, al terapeuta se le humedezcan los ojos o
experimente en su propio estómago la emergencia del miedo. Freud señaló que el hecho de conectar con su propio cuerpo proporciona a los psicoanalistas una ventana para asomarse al mundo emocional de sus
clientes. Mientras que la mayor parte de la gente puede registrar las emociones que se expresan abiertamente, los grandes psicoterapeutas han aprendido a dar un paso más allá y conectar con matices emocionales que sus pacientes ni siquiera han permitido que aflorasen a su conciencia. Casi un siglo después de que Freud descubriese esas sutilezas, los investigadores han empezado a desarrollar un método para detectar los cambios fisiológicos simultáneos que ocurren de continuo durante una conversación. El
avance vino de la mano de la aparición de nuevos métodos estadísticos y ordenadores que permiten a los científicos analizar la extraordinaria cantidad de datos (como el ritmo cardíaco y similares) que tienen lugar durante una determinada interacción. Estos estudios han puesto de relieve que, durante una discusión de pareja, el cuerpo de uno de los implicados tiende a imitar los cambios que acontecen en el otro. No creo que nadie se asombre de que la ciencia haya descubierto recientemente que, cuanto más avanza una discusión, más se exacerban los sentimientos de ira, pena y tristeza.
Más interesante fue lo que hicieron ciertos investigadores de la relación de pareja, grabar en vídeo una discusión e invitar luego a desconocidos a visionar las grabaciones y conjeturar las emociones que estaba experimentando uno de los participantes. El hecho es que, cuando esos voluntarios esbozaron sus opiniones, su respuesta fisiológica se asemejaba a la del miembro del que se ocupaban.
Cuanto más exacta es la imitación de la persona observada, más exacta es también la sensación de lo que esa persona está sintiendo, un efecto que resulta más patente en el caso de emociones negativas como la ira. Parece pues que la
empatía (es decir, la capacidad de experimentar las emociones que otra persona está sintiendo) es tanto psicológica como mental y se asienta en el hecho de compartir el estado interno de la otra persona. Esta danza biológica tiene lugar cuando una persona empatiza con otra, es decir, cuando comparte sutilmente el
estado fisiológico de la persona con la que está conectada. Las personas cuyos rostros expresan las expresiones más intensas son también las que más exactamente juzgan los sentimientos de los demás, lo que
parece derivarse del principio general que afirma que, cuanto más similar sea, en un determinado momento, el estado fisiológico de dos personas, más fácilmente podrá sentir cada uno de ellos lo que el otro está experimentando. Así pues, cuanto mayor es la conexión con una determinada persona, más fácilmente podremos entender lo que ésta, aunque sólo sea de manera sutil, está experimentando. En tales casos, la resonancia es tal que, aunque no queramos, sus emociones son las nuestras. Resumiendo, pues, las emociones que percibimos tienen consecuencias, lo que nos proporciona una buena razón para esforzarnos en cambiarlas en una dirección positiva.

                                                                 Inteligencia Social

martes, 14 de enero de 2014

La cualidad del deseo


... ¿Qué ocurre si no condenamos el deseo, si no lo juzgamos como bueno o malo, sino que simplemente nos damos cuenta de él? Me pregunto si ustedes saben qué significa darse cuenta de algo. La mayoría de nosotros no se da cuenta, por que nos hemos acostumbrado a condenar, juzgar, evaluar, identificar, optar. La opción nos impide, obviamente, darnos cuenta, porque siempre optamos como resultado de un conflicto. El darse cuenta de las cosas cuando uno entra a una habitación, el ver todos los muebles, la alfombra o su ausencia, etcétera, el sólo ver, el percibir todo ello sin sentido alguno de juicio, es algo muy difícil. ¿Alguna vez ha intentado usted mirar a una persona, una flor, una idea, una emoción, sin optar, sin juzgar en absoluto?
¿Y si uno hace lo mismo con el deseo, si uno vive con él, sin negarlo ni decir: «¿Qué haré con este deseo? Es tan desagradable, tan imperioso, tan violento…», sin darle un nombre, un símbolo, sin cubrirlo con una palabra, entonces, ¿sigue existiendo la causa del desorden? En consecuencia, ¿es el deseo algo que debe ser sacrificado, destruido? Queremos destruirlo, porque un deseo acomete contra otro creando conflicto, desdicha y contradicción; y uno puede ver cómo intenta escapar de este conflicto interminable. Entonces, ¿puede uno darse cuenta de la totalidad del deseo? Lo que entiendo por totalidad no es un deseo o muchos deseos, sino la cualidad total del deseo en sí.
                                                                           Krishnamurti

lunes, 13 de enero de 2014

"El esfuerzo es una distracción con respecto a «lo que es»"


Debemos comprender el problema que implica el esforzarse. Si podemos entender el significado del esfuerzo, entonces podemos trasladar esa comprensión a la acción en nuestra vida cotidiana. El esfuerzo, No implica una lucha por cambiar lo que es, transformándolo en lo que no es, o en lo que debe ser, o en lo que ello debería convertirse?  Estamos constantemente escapando de lo que es, para transformarlo o modificarlo. El que está verdaderamente contento es aquel que comprende lo que es, que atribuye su significado exacto a lo que es. El verdadero contentamiento no radica en las pocas o muchas posesiones, sino en la comprensión del significado total de lo que es. Ese significado se comprende sólo en el estado de pasiva percepción alerta. Al hablar del esfuerzo, no me estoy refiriendo ahora al esfuerzo físico con la tierra, con la construcción o con un problema técnico, sino al esfuerzo psicológico. Los esfuerzos y los problemas psicológicos eclipsan siempre a los físicos. Podremos edificar una muy cuidada estructura social, pero en tanto no se comprendan la ceguera y la lucha psicológicas, éstas derribarán invariablemente la estructura cuidadosamente construida.
El esfuerzo es una distracción con respecto a lo que es. En la aceptación de lo que es cesa el esfuerzo, la lucha. No hay aceptación cuando existe el deseo de transformar o modificar lo que es. El esfuerzo, que indica distracción, debe existir mientras haya deseo de cambiar lo que es.
                                                                       Krishnamurti

domingo, 12 de enero de 2014

LA INEXISTENCIA DEL CUERPO


Cuando escuché que en realidad no tengo un cuerpo,
me reí a carcajadas.
Cuando percibí que mi cuerpo físico es tan ilusorio
como mi propia vida, continué riéndome.
Cuando me di cuenta de que esta era mi única verdad,
me quedé en silencio y dejé de sonreír.

Los problemas del ser humano comenzaron cuando la mente le dijo que tenía un cuerpo físico y él escuchó atentamente y después se lo creyó. Actualmente esa es su gran verdad y sobrevive con base en ella, se relaciona con los demás seres por medio de ella, y enferma o sana gracias a su verdad porque depende de ella todo el tiempo.
El cuerpo es un pensamiento que contribuyó con la individualización del Ser. La mente comenzó a observarse separada e independiente del resto y así inició su competencia, su lucha por el poder, su deseo de obtener más, su ansia de ser mejor que los demás, su comparación constante y la crítica por las aparentes diferencias. En cada crítica jamás pudo darse cuenta de que se censuraba sólo a sí misma, ya que no había más cuerpos físicos a su alrededor. Sin embargo estableció relaciones con otros cuerpos pese a esta distorsión “visual”, pese a su incapacidad para fundirse y considerarse una sola energía o un solo pensamiento con todo lo concebido. Estas relaciones obviamente eran de naturaleza enfermiza (por no llamarle demente); el cuerpo individual no tenía idea de que los demás cuerpos eran espejos que le reflejaban y no podía verse a sí mismo a través de ellos, sólo podía criticarles, compadecerles o reprocharles.
Con la crítica de los otros seres humanos o de los sistemas que sentía ajenos y absurdos, llegó la enfermedad y el cuerpo aprendió a desgastarse, a deteriorarse como una forma natural de vida y la muerte hizo su aparición. Y aunque el dolor de vivir se hacía infinito hasta el punto de desear la muerte, no era posible descubrir la causa, y mucho menos era posible sanarla. El ser humano veía afuera y señalaba con su dedo índice a todos los seres que le habían hecho daño. Si en ese momento se hubiera dado cuenta de que sólo se señalaba a sí mismo, la culpa tampoco le hubiera permitido sobrevivir; tal vez por eso tuvo que intervenir el tiempo, para abrirle paso al amor. Y el amor se filtró por algún espacio en la energía del ser humano y la más grande de las verdades hizo su aparición. Se le reveló que todo lo que existe, todo lo que puede ser concebido se encuentra alojado en forma de bits, entre los recovecos de un par de neuronas y que por esto mismo todo es ilusión.
Es por esto que el ser comprendió que dejaba de existir como ser individual, o como un cuerpo físico cuando dejaba de pensar. También comprendió que al dejar de pensar nada más era necesario. Al final salió del ensueño, así comenzó su paz, la tuya, la mía, la paz de la humanidad.

                    Vivi Cervera

El pensador es el pensamiento


¿No es, acaso, necesario comprender al pensador, al hacedor, al actor, puesto que su pensamiento, su proceder, su acción no puede separarse de él? El pensador es el pensamiento, el hacedor es el hecho, el actor es la acción. El pensador se revela en su pensamiento. El pensador mediante sus acciones crea su propia desdicha, su ignorancia, su conflicto. El pintor pinta este cuadro de felicidad efímera, sufrimiento y confusión. ¿Por qué produce esta pintura dolorosa? Indudablemente, éste es el problema que debemos estudiar, comprender y disolver. Por qué piensa el pensador sus pensamientos, de los cuales fluyen todas sus acciones? Ésta es la roca contra la cual ha estado usted golpeándose la cabeza, ¿verdad? Si el pensador pudiera trascenderse a sí mismo, cesaría todo conflicto; y para trascenderse a sí mismo tiene que conocerse. Aquello que se conoce y comprende, que se realiza y completa, no se repite. Lo que da continuidad al pensador es la repetición.
                                                             Krishnamurti

sábado, 11 de enero de 2014

Un contentamiento que no es de la mente


¿No es esencial el descontento? ¿No es para que se lo sofoque, sino para que se lo estimule? para que se inquiera en él, se lo investigue, de modo tal que, con la comprensión de lo que es, advenga el contentamiento. Ese contentamiento no lo produce un sistema de pensamiento, sino que adviene con la comprensión de lo que es. Tal contentamiento no es un producto de la mente, de la mente perturbada, agitada, incompleta, que está buscando la paz, un modo de escapar de lo que es. Por eso la mente, mediante la justificación, la comparación, el juicio trata de alterar lo que es, y de ese modo espera llegar a un estado en el que no se verá perturbada, en el que podrá estar en paz, en el que habrá sosiego. Y cuando la mente es perturbada por las condiciones sociales, la pobreza, el hambre, la degradación, por la miseria más horrorosa, al ver todo eso, quiere cambiarlo, y se enreda en los modos de cambiarlo, en los sistemas. Pero si nuestra mente es capaz de considerar lo que es, sin comparar ni juzgar, sin el deseo de convertir lo que es en otra cosa, veremos que adviene una clase de contentamiento que no es de la mente.
El contentamiento que es producto de la mente es un escape. Es estéril. Es algo muerto. Pero existe un contentamiento que no es de la mente, el cual surge cuando comprendemos lo que es, en ese contentamiento hay una revolución profunda que afecta a la sociedad y a la relación individual.


Comprender «lo que es»

Vivimos en conflicto unos con otros y nuestro mundo está siendo destruido. Hay crisis tras crisis, una guerra tras otra; hay hambre, miseria; están los enormemente ricos, investidos de su respetabilidad, y están los pobres. Para resolver estos problemas, lo que se necesita no es un nuevo sistema de pensamiento, ni una nueva revolución económica, sino comprender lo que es -el descontento, el constante indagar en lo que es-, lo cual dará origen a una revolución de más largo alcance que la revolución de las ideas. Y ésta es la revolución tan necesaria para originar una cultura diferente, una religión diferente y una diferente relación entre los seres humanos.
                                                       
                                      Krishnamurti


jueves, 9 de enero de 2014

El PERDÓN


Cuando se habla de perdonar, siempre se trata de ti misma; consiste en dejar ir todo aquello que tú involucras, que recuerdas, que sientes y que piensas. Cuando se trata de perdonar, hablamos de ti. No tanto de la actitud de las demás personas hacia ti. Lo que esas personas te hicieron es parte de su vida y tú no puedes saber hasta qué punto han pagado por esto o no. No tienes idea, porque a tu mente le es mostrado tan poco, que no logras entender o comprender la razón de ser de lo sucedido.
El asunto es que esa persona te hizo daño y se marchó o siguió viviendo como si nada, pero te dejó una huella profunda, algo como un tatuaje en el alma, del cual sí eres responsable. Lo que sucedió fue doloroso, lo comprendo, pero lo que vino después en tu vida es tu asunto porque te ha estado afectando, porque tal vez ha estado enfermándote o te ha consumido y no puedes continuar castigando a esa persona a través de tu propio sufrimiento.
Como estamos hablando de que el perdón ha de ser dirigido al mundo que tú fabricaste, entonces siempre estamos haciendo referencia al auto perdón, que significa perdonarte a ti misma por no tener más opción que haber estado en ese pasado que lastima. Perdonar significa entre muchas otras cosas, merecer y tú mereces perdonarte, mereces encontrarle sentido a tu existencia.
No es fácil aprender a merecer, pero esta idea de que no es fácil y el hecho mismo, pueden ser corregidos por medio de una expresión de perdón que puede sentirse de muchas formas como por ejemplo:
Perdóname: Con la cual le pido a mi Divinidad que me ayude a perdonarme por haber creado mi realidad dolorosa.
Perdóname: Con la cual le hablo a mi niña interior y le pido que perdone el sufrimiento que le he impuesto a través de mis pensamientos.
Perdóname: Al ser adulto que cree que fue lastimado, a mi ego, a ese Yo que no soy Yo, a quien siempre ha sido víctima.
Perdóname: A quien hayas creído lastimar.
Algunas veces podrás identificarte con una de ellas y en otras con la que más llame tu atención, tu guía siempre hará que le escuches. Perdonarte completamente significa que no queda dentro de ti ni el más mínimo espacio para la culpa porque todo se encuentra lleno de perdón. Significa que en un mismo espacio virtual y con diferente vestuario se encuentran reunidos la víctima, el victimario y la memoria o hecho doloroso y en determinados lapsos se funden unos y otros personajes haciendo que pierdas la identidad de víctima con la que hasta ahora habías vivido.
Te perdonas completamente porque a través de ti están llegando datos que deben ser borrados.
Perdón, curación y milagros
Te perdonas completamente porque no tienes idea de dónde llegaron, ni porqué están en ti.
Te perdonas completamente porque ahora sabes que al culpar a alguien, esta misma culpa recae sobre ti, porque siempre estamos hablando de tú mundo, de tu Ser, de ti.
Te perdonas completamente sin que quede un solo espacio de culpa en tu Ser.
Te perdonas completamente aunque nada esté funcionando.
Te perdonas completa y profundamente. Estas palabras llegan hasta el recuerdo más lejano y lo convierten en luz.
La palabra PERDÓNAME, está amparada bajo las leyes del tiempo. Cuando la pronuncias estás reconociendo que el pasado invadió tu mente y que te encuentras inmersa en lo que tu mente te dice, en lo que ella quiere que pienses y que a su vez estás dejando marchar. Cuando te perdonas completamente o lo haces con cualquier situación, sucede algo milagroso: te quitas una carga de encima, no se la quitas a quien te hizo daño en la forma que crees, la carga la sueltas tú. Por eso todo en tu vida comienza a fluir otra vez.
Perdonar no es fácil, a veces duelen las entrañas con la sola idea de pretender perdonar a otra persona. A veces no entiendes por qué el perdón te libera a ti y de paso libera a tu humanidad oprimida, pero lo hermoso del amor es que no necesitas entenderlo para que funcione.
Ahora, por favor, sólo di:

ME PERDONO COMPLETAMENTE Y
ME AMO PROFUNDAMENTE
Ambas oraciones son poderosas, no subestimes su poder.

PEDIR PERDÓN
Pedir perdón es un acto maravilloso de amor, que prácticamente consiste en que vas con una parte de ti (representada por otra persona) y le dices: Por favor perdóname por lo que pasó en tal ocasión y en cuanto esa persona acepte tu perdón, te sentirás mucho mejor porque dejarás de experimentar culpabilidad. También puede suceder que si esa persona te dice que no acepta tu perdón, entonces experimentes el peso de la culpa y esperes el correspondiente castigo. Aunque pedir perdón a alguien es un acto de amor, el perdón siempre te lo has de conceder a ti misma en primer lugar, porque a ti también te lastimó aquello que dijiste o aquello que hiciste. Aunque no parezca, cada vez que pronuncias una palabra en contra de alguien, lo haces también en tu contra, porque las palabras buscan la Unidad como destino y esa Unidad siempre eres tú.
He dicho que pedir perdón es un acto de amor, por lo que hay una frase o palabra exacta que en ocasiones le representa y que es:
TE AMO

Con un solo te amo que pronuncies, quedará limpiada inmediatamente cualquier situación por muy terrible que parezca. Es probable que tus sentidos te digan que no es así y que todavía tienes mucho trabajo por delante en tu misión de limpiar, pero esta es otra idea que también debes amar para que en el menor tiempo posible te permita experimentar la limpieza de aquello con lo que más te castigabas. Cuando dices te amo, aceptas, expandes, apruebas, liberas, abrazas, perdonas, agradeces, sientes, amas. Decir te amo a las personas que te rodean conocidas o no, es una experiencia muy bella, que facilita tu relación contigo y esto permite que mejoren tus relaciones personales. Decir te amo para ti, es algo maravilloso porque es el símbolo de que estás trascendiendo tu historia personal. Decir te amo a la Inteligencia Divina o Divinidad, es simplemente perfecto porque reconoces la Unidad en ti. La frase te amo es en sí un acto de auto perdón, y en este sentido es muy práctico que te dejes guiar por la voz de tu corazón, en las diversas situaciones de la vida. Habrá ocasiones en las que sientas la necesidad de decir te amo, y habrá otros momentos en los cuales desees recurrir a la palabra perdóname. Cualquiera es perfecta porque es una señal de tu guía interno.
Pedir perdón es un acto humilde, altruista, pero ten en cuenta siempre que vas a dialogar con una extensión tuya, contigo misma y que si eres rechazada, es porque una parte de ti no quiere perdonar, por esto el perdón es auto perdón.
                                                                 Vivi Cervera
                                  

miércoles, 8 de enero de 2014

Una persona feliz puede expresar su gratitud así:


Gracias, gracias, gracias por este día, por este instante, por este ahora al que he llegado por todo lo que he vivido. Gracias por mi familia, por mis amigas, por mis amigos, por mis hijos, por mis mascotas, por mi techo, por las paredes de mi casa, por mi cama, gracias por la oportunidad de bañarme cada día, gracias por el pan con mantequilla de la mañana. Gracias por las rosas, por el canto de los pájaros, por el amor, gracias por la oportunidad de estar aquí para limpiar mi vida y la de todos los seres que conozco, gracias por los sueños, por los errores, por las metas no cumplidas, por los amantes pasajeros, por la risa. Gracias por la navidad. Estoy agradecida por esta vida, porque es un regalo y la festejo, la bailo, la canto, la celebro. Te amo.