miércoles, 13 de noviembre de 2013

Dar todo por hecho II


No todos damos por hecho nuestro sentido del equilibrio o cualquier otro sentido. Pensemos, por ejemplo en Bart. Cuando era un bebé, en Illinois, Bart no era especialmente activo. Pero aproximadamente a los seis años comenzó a hacer algo fuera de lo común: podía caminar sobre las manos casi tan bien como con los pies. No era una habilidad lo que se dice elegante, pero le procuró muchas sonrisas, carcajadas y aprobación por parte de la familia. Siempre que iban visitas a su casa, y en las fiestas familiares, la gente incitaba a Bart para que realizara su peculiar ejercicio. Sin que se lo pidieran dos veces -al fin y al cabo disfrutaba tanto haciéndolo como de la atención que le prestaban- se echaba sobre las manos, lanzaba las piernas al aire y se balanceaba con orgullo de un sitio a otro con la cabeza abajo. Más adelante llegó a entrenarse para conseguir subir y bajar escaleras con las manos.
Claro que esto no tenía demasiada aplicación practica. Después de todo, la habilidad de caminar sobre las manos no le ayudaría a sacar mejores notas en lo exámenes ni era algo que pudiese comercializar de alguna forma. Sin embargo, hizo maravillas en cuanto a su popularidad: es divertido estar cerca de una persona que puede subir escaleras cabeza abajo.
Un día, cuando Bart tenía diez años, su profesor de educación física de primaria le llevó, contando por la aprobación de su madre, a un gimnasio. Cuando Bart entró y vio lo que había allí, puso unos ojos como platos. Nunca había visto nada tan maravilloso. Había cuerdas, barras paralelas, trapecios, escaleras, trampolines, vallas: todo tipo de cosas sobre las que poder subirse, hacer cabriolas y columpiarse. Era como visitar el taller de Santa Claus y Disneyland al mismo tiempo. También era el lugar ideal para él. En aquel momento su vida dio un giro de ciento ochenta grados. De repente, sus habilidades innatas servían para algo más que divertirse y entretener a los demás.
Ocho años más tarde Bart pisó la colchoneta del pabellón de gimnasia de los juego Olímpicos de Montreal para representar a Estados Unidos.Siguió adelante hasta convertirse en el gimnasta estadounidense más condecorado de todos los tiempos.
En la actualidad, Conner contribuye a que otras personas desarrollen su pasión por la gimnasia. Junto a su mujer la campeona Olímpica Nadia Comaneci, es dueño de una boyante escuela de gimnasia.
Gimnastas como Bart Conner y Nadia Comaneci  tienen una profunda percepción de las posibilidades de su cuerpo; sus logros demuestran cuan limitadas son nuestras ideas comunes acerca de la habilidad humana. Si observas a atletas, bailarines, músicos y otros artistas en plena actuación, verás que mientras trabajan están pensando de una manera extraordinaria.  Durante el proceso, confían en lo que algunas personas llaman -músculo de la memoria-. Por lo general cuando actúan se mueven demasiado rápido y de manera demasiado compleja para confiar en los usuales procesos conscientes de pensamiento y toma de decisiones. Sus movimientos de basan en las profundas reservas de sentimiento e intuición, de reflejo físico y coordinación que utiliza todo el cerebro y no solo las partes frontales asociadas al pensamiento racional.
De este modo, los atletas y todo tipo de intérpretes ayudan a que nos cuestionemos algo más acerca de las capacidades humanas que demasiada gente da por supuesto y que también se entienden mal: ideas que tenemos acerca de la inteligencia.

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