viernes, 14 de febrero de 2014

Los ojos y el sentir del alma.




 “Amae”
Una  palabra de origen Japonés que  leí hace unos meses y  resonó tanto en mí que la capté porque resume  lo que deseo escribir y explicar.
Amae significa: sé lo que sientes sin que me lo digas, sé lo que necesitas sin que me lo pidas. Es una conexión alma con alma.
Es el corazón más intuitivo el que rige mis emociones y así entonces  son mis acciones.
 Desde el ver  no físicamente percibido, desde la mirada más sentida del alma, podría llegar a decir que todo este tornado de intuiciones, emociones y sentidos  no tienen espacio ni tiempo.
Nuestro cuerpo siempre tiene una respuesta a todas las emociones percibidas,  en algún lugar específico, según la emoción sentida o el sentido implicado.
 Pero en este caso aseguraría que la esencia de Amae es ver, percibir, sentir, intuir y vibrar  con cada partícula del cuerpo y del ser.
¿Cómo se ve, se  siente y percibe  cuando  no existen las creencias, cuando el ser es libremente?
Con los ojos llenos de ilusión e  infinitamente plenos. Con ese” ver” que viene del más profundo ser original, libre de toda creencia y pensamiento. A ese” ver” sin ojos  me dirijo.
En algún momento de nuestras vidas, estoy segura, hemos podido experimentar este tipo de sensación-emoción. Le llamo así, aunque no tiene que ver con los cinco sentidos únicamente,  ni tampoco con una emoción específica. Creo que es una de las uniones más majestuosas de la naturaleza humana. La fusión de los sentidos sin sentido y las emociones sin explicación. Aquello que explicar no puedo y muchas veces, no quiero. Aquello que es único y tan precioso que  un  silencio sonriente es su guardián.
En varios momentos  disfruté de experimentar esta sensación de Amae, lo curioso es que son milésimas de segundo en las que realmente es el alma en esencia  la que está por delante, ya que poco tarda la razón en hacerse presente con sus opiniones, creencias y dogmas. Si pudiéramos mantener ese instante, siempre que elijamos hacerlo, sería realmente maravilloso.
 La certeza y el amor sería la energía predominante por excelencia.
¿Es realmente posible mantenernos, las personas  de esta dimensión con” los pies sobre la tierra”  con una vida de supervivencia, en  un constante estado de amae? O el reto, por poner una palabra, es aprender a vivir y fluir  en las aguas calmas y bravías.
 Me refiero que quizás  esa búsqueda constante del ser humano que es el equilibrio absoluto, la maestría en la gestión de las emociones, la paz y satisfacción constante y perdurable en el tiempo; nos lleve toda la vida a tal punto que se nos vaya la vida en esa búsqueda. No quiero decir con esto que sea entonces una vida perdida y que haya que descartar en su totalidad esa posibilidad.  Quiero decir que el reto quizás sea que no hay reto alguno. Con que la cuestión sería  permitirnos  fluir  sin esfuerzo,  sin búsqueda. Esto último se manifiesta en ese momento de conexión.
Es fabuloso ese instante y el logro de ello es aún más. Sin importar el tiempo en el que permanezcamos en él.
Solo hace falta prestar mucha atención a lo percibido  en ese instante, más allá de que sean solo unos muy pocos segundos, porque ahí está la certeza y la verdad de lo que es. Lo que viene luego no es real es el producto de nuestras ideas, creencias y dogmas.

     Adriana Paola Boldrini Camponovo. 

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