domingo, 30 de marzo de 2014

¿Cómo miro la furia?


Obviamente, la miro como un observador que está furioso. Digo: «Estoy furioso». En el instante de la furia no hay un «yo», el «yo» interviene inmediatamente después, lo cual implica tiempo. Puedo mirar el hecho sin el factor del tiempo, que es pensamiento, que es la palabra? Esto es posible cuando hay un mirar sin el observador. Vea adonde ello me ha conducido. Ahora comienzo a percibir un modo de mirar, de percibir sin la opinión, sin la conclusión, sin juzgar ni condenar. Por lo tanto, percibo que puede haber un «ver» sin el pensamiento, que es la palabra. De esta forma, la mente está más allá de los asideros de las ideas, del conflicto de la dualidad y todo lo demás. Entonces, ¿puedo mirar el miedo, mirarlo no como un hecho aislado?...
Si usted aísla un hecho, eso no ha abierto la puerta a todo el universo de la mente; entonces volvamos al hecho y comencemos otra vez, a fin de que usted mismo empiece a ver lo extraordinario de la mente, de modo tal que tenga la llave, que pueda abrir la puerta de ese universo e irrumpir en él [...].
... Al considerar un miedo, el miedo a la muerte, el miedo al vecino, el miedo a su esposa que lo domina (usted conoce todo el asunto de la dominación), ¿abrirá eso la puerta? Eso es todo lo que importa -no cómo librarnos de ello-, porque en el instante en que abre usted la puerta, el miedo ha sido eliminado por completo. La mente es el resultado del tiempo, y el tiempo es la palabra; ¡qué extraordinario es reflexionar sobre ello! El tiempo es pensamiento; el pensamiento es el que engendra el miedo a la muerte; y el tiempo, que es pensamiento, tiene en sus manos todas las intrincaciones y sutilezas del miedo.
                                                        Krishnamurti

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