martes, 29 de abril de 2014

La pasión sin causa


En el estado de pasión sin causa hay intensidad libre de todo apego; pero cuando la pasión tiene una causa, hay apego, y el apego es el origen del dolor. Casi todos estamos apegados; nos apagamos a una persona, a un país, a una creencia, a una idea, y cuando nos quitan el objeto de nuestro apego o éste pierde su importancia, nos sentimos vacíos, insuficientes. Tratamos de llenar esta vacuidad aferrándonos a alguna otra cosa, la cual de nuevo se convierte en el objeto de nuestra pasión
Examine su propio corazón y su propia mente. Yo soy tan sólo un espejo en el que se está mirando a sí mismo. Si no quiere mirar, está muy bien, pero si desea hacerlo, entonces mírese claramente, despiadadamente, con intensidad, no con la esperanza de disolver sus desdichas, sus ansiedades, sus sentimientos de culpa, sino a fin de comprender esta pasión extraordinaria que siempre nos lleva al dolor. Cuando la pasión tiene una causa se convierte en lujuria. Cuando hay pasión por algo en particular -una persona, una idea, alguna clase de realización-, entonces, de esa pasión surgen la contradicción, el conflicto, el esfuerzo. Usted se esfuerza por alcanzar o mantener cierto estado, o por recapturar uno que ya ha sido y desapareció. Pero la pasión de la que estoy hablando no da origen a la contradicción, al conflicto. No tiene relación alguna con una causa; por lo tanto, no es un efecto.
                                                                    Krishnamurti


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