Y los fundadores de las grandes religiones mundiales, ¿no son, en mayor o menor grado, “reyes” o “soberanos” de la esfera del amor o humanitarismo? (…) Gobiernan, dirigen y llenan las almas con la verdad eterna que se convirtió en su espíritu, palabra y naturaleza. Y donde las almas son gobernadas con la palabra de la verdad o espíritu de estos seres en su forma pura, tiene lugar “la huida a Egipto”, la huida de la oscuridad que, a su vez, es lo mismo que la victoria, total y segura, sobre el príncipe de la oscuridad. Allí “el niño” Jesús se salva y “el rey Herodes” se queda solo en la esfera, oscura como la noche, de su propio odio, perdiéndose en ella. Allí se abre la puerta de granito del sepulcro para el “Cristo” acabado, y el rey de la luz puede levantarse de la tumba en toda su perfección, mientras esta puerta se cierra para el príncipe imperfecto de la oscuridad y el odio que hace tiempo que se encamina hacia el centro del sepulcro.
Martinus, El evangelio de Navidad, cap. 11
Martinus, El evangelio de Navidad, cap. 11
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