·
Byung-Chul Han, pensador coreano afincado en Berlín, es la nueva estrella
de la filosofía alemana.
·
La asfixiante competencia laboral, el exhibicionismo digital y la falaz
demanda de transparencia política son los males contemporáneos que analiza en
su obra.
·
“El esclavo de hoy es el que ha optado por el sometimiento. Uno se ve libre
y se explota a sí mismo hasta el colapso”.
·
“Mientras Grecia y España están en ‘shock’ por la crisis, se endurecen la
competencia descarnada y los despidos”.
En los últimos meses se han
publicado en España dos libros de Han —La
sociedad del cansancio y
La sociedad de la
transparencia—, en abril aparecerá un tercero —La agonía de Eros (en
la editorial Herder, como los anteriores) — y varios más serán traducidos
pronto. En ellos analiza los males del presente: el hombre contemporáneo,
sostiene el filósofo, ya no sufre de ataques virales procedentes del exterior;
se corroe a sí mismo entregado a la búsqueda del éxito. Un recorrido narcisista
hacia la nada que lo agota y lo aboca a la depresión. Es la consecuencia insana
de rechazar la existencia del otro, de no asumir que el otro es la raíz de
todas nuestras esperanzas. Más aún, solo el otro da pie al eros y es
precisamente el eros el que genera el conocimiento.
Inició un proceso de aprendizaje
del idioma y de nuevas materias que le permitieran comprender los problemas que
aquejan al hombre de hoy. Explicarlo es el objetivo de sus libros. A diferencia
de lo que ocurría en tiempos pasados, cuando el mal procedía del exterior,
ahora el mal está dentro del propio hombre, subraya Han: “La depresión es una
enfermedad narcisista. El narcisismo te hace perder la distancia hacia el otro
y ese narcisismo lleva a la depresión, comporta la pérdida del sentido del
eros. Dejamos de percibir la mirada del otro. En uno de los últimos textos que
he escrito insisto en que el mundo digital es también un camino hacia la
depresión: en el mundo virtual el otro desaparece”. ¿Hay posibilidades de
vencer ese estado depresivo? “La forma de curar esa depresión es dejar atrás el
narcisismo. Mirar al otro, darse cuenta de su dimensión, de su presencia”,
sostiene. “Porque frente al enemigo exterior se pueden buscar anticuerpos, pero
no cabe el uso de anticuerpos contra nosotros mismos”.
Hoy, sin embargo, “la violencia, que es
inmanente al sistema neoliberal, ya no destruye desde fuera del propio
individuo. Lo hace desde dentro y provoca depresión o cáncer”. La
interiorización del mal es consecuencia del sistema neoliberal que ha logrado
algo muy importante: ya no necesita ejercer la represión porque esta ha sido
interiorizada. El hombre moderno es él mismo su propio explotador, lanzado solo
a la búsqueda del éxito. Siendo así, ¿Cómo hacer frente a los nuevos males? No es
fácil, dice. “La decisión de superar el sistema que nos induce a la depresión
no es cosa que solo afecte al individuo. El individuo no es libre para decidir
si quiere o no dejar de estar deprimido. El sistema neoliberal obliga al hombre
a actuar como si fuera un empresario, un competidor del otro, al que solo le
une la relación de competencia”.
Retomando la idea hegeliana de la
dialéctica del amo y del esclavo, Byung-Chul Han denuncia que “el esclavo de
hoy es el que ha optado por el sometimiento”. Y lo ha hecho a cambio de un modo
de vida escasamente interesante, “la mera vida, frente a la vida buena”, dice,
casi pura supervivencia. A cambio de eso, el hombre cede su soberanía y su
libertad. Pero lo más llamativo es que el propio amo ha renunciado también a la
libertad al convertirse en explotador de sí mismo. Ha interiorizado la
represión y se ve abocado al cansancio y la depresión. Pero el cansancio y la
depresión no se pueden interpretar como alienación, en el sentido tradicional
marxista. “Solo la coerción o la explotación llevan a la alienación en una
relación laboral. En el neoliberalismo desaparece la coerción externa, la
explotación ajena. En el neoliberalismo, trabajo
significa realización personal u optimización personal. Uno se ve en libertad.
Por lo tanto, no llega la alienación, sino el agotamiento. Uno se explota a sí
mismo, hasta el colapso. En lugar de la alienación aparece una auto explotación
voluntaria. Por eso, la sociedad del cansancio como sociedad del rendimiento no
se puede explicar con Marx. La sociedad que Marx critica, es la sociedad
disciplinaria de la explotación ajena. Nosotros, en cambio, vivimos en una
sociedad del rendimiento de auto explotación”. El hombre se ha convertido en un
animal laborans, “verdugo
y víctima de sí mismo”, lanzado a un horizonte terrible: el fracaso.
Como todo
buen romántico, Han encuentra la solución en el amor. Hay que negar el presente
represivo y aceptar la existencia del otro y, de su mano, la posibilidad del
amor. Un buen ejemplo es la película Melancolía,
de Lars
von Trier. En ella aparece Justine, un personaje deprimido “porque es
incapaz de amar. La depresión aparece como una imposibilidad de amor. Pero
Justine alcanza a salir de la depresión gracias a la aparición de un planeta
que va a destruir la Tierra. Es la amenaza de esa catástrofe la que le permite
curarse de la depresión porque la hace capaz de percibir la existencia del
otro. Primero, el otro es el planeta y luego los demás. Y al salir de la
depresión se siente capaz de amar, de recuperar el sentimiento del eros”. Y es
que “el eros es la condición previa del pensamiento. Sin el deseo hacia un ser
amado que es el otro, no hay posibilidad de filosofía”.
Hay una
relación directa entre eros y logos que pasa por descubrir al otro. Sin eso no
hay posibilidad de verdad. El eros tiene una relación vital con el pensar. El
logos sin eros sería pensamiento puro. Así termina La agonía de Eros,
recuerda: “El pensamiento en sentido enfático comienza bajo el impulso de eros.
Es necesario haber sido amigo, amante para poder pensar. Sin eros, el
pensamiento pierde la vitalidad y se hace represivo”. Ahí está el ejemplo de
Alcibíades, que accede al conocimiento gracias a la seducción que Sócrates
ejerce sobre él. “Siempre se había pensado que el eros estaba excluido, pero es
condición para el pensamiento”, insiste. “Es el amigo el que introduce una
relación vital que hace posible el pensar”. Por el contrario, “la falta de
relación con el otro es la principal causa de la depresión. Esto se ve
agudizado hoy en día por los medios digitales, las redes sociales”. La soledad,
la incapacidad para percibir al otro, su desaparición.
No hay,
sin embargo, que confundir la seducción con la compra. “Creo que no solo Grecia, también España, se
encuentran en un estado de shock
tras la crisis financiera. En Corea ocurrió lo mismo, tras la crisis de Asia.
El régimen neoliberal instrumentaliza radicalmente este estado de shock. Y ahí viene el
diablo, que se llama liberalismo o Fondo Monetario Internacional, y da dinero o crédito a
cambio de almas humanas. Mientras uno se encuentra aún en estado de shock, se produce
una neo liberalización más dura de la sociedad caracterizada por la
flexibilización laboral, la competencia descarnada, la desregularización, los
despidos”. Todo queda sometido al criterio de una supuesta eficiencia, al
rendimiento. Y, al final, explica, “estamos todos agotados y deprimidos. Ahora
la sociedad del cansancio de Corea del Sur se encuentra en un estadio final
mortal”.
En realidad, el conjunto de la vida social se convierte en
mercancía, en espectáculo. La existencia de cualquier cosa depende de que sea
previamente “expuesta”, de “su valor de exposición” en el mercado. Y con ello
“la sociedad expuesta se convierte también en pornográfica. La exposición hasta
el exceso lo convierte todo en mercancía. Lo invisible no existe, de modo que todo
es entregado desnudo, sin secreto, para ser devorado de inmediato.
Lo propio ocurre en la exigencia de transparencia en la política:
“La transparencia que se exige hoy en día de los políticos es cualquier cosa
menos una demanda política. No se pide la transparencia para los procesos de
decisión que no interesan al consumidor. El imperativo de transparencia sirve
para descubrir a los políticos, para desenmascararlos o para escandalizar. La
demanda de transparencia presupone la posición de un espectador escandalizado.
No es la demanda de un ciudadano comprometido, sino de un espectador pasivo. La
participación se realiza en forma de reclamaciones y quejas. La sociedad de la
transparencia, poblada de espectadores y consumidores, es la base de una
democracia del espectador”.
La
exigencia de transparencia, acompañada del hecho de que el mundo es un mercado,
hace que los políticos no acaben siendo valorados por lo que hacen, sino por el
lugar que ocupan en la escena. “La pérdida de la esfera pública genera un vacío
que acaba siendo ocupado por la intimidad y los aspectos de la vida privada”,
afirma. “Hoy se oye a menudo que es la transparencia la que pone las bases de
la confianza. En esta afirmación se esconde una contradicción. La confianza
solo es posible en un estado entre conocimiento y no conocimiento. Confianza
significa, aun sin saber, construir una relación positiva con el otro. La
confianza hace que la acción sea posible a pesar de no saber. Si lo sé todo,
sobra la confianza. La transparencia es un estado en el que el no saber ha sido
eliminado. Donde rige la transparencia, no hay lugar para la confianza. En
lugar de decir que la transparencia funda la confianza, habría que decir que la
transparencia suprime la confianza. Solo se pide transparencia insistentemente
en una sociedad en la que la confianza ya no existe como valor”. Un ejemplo de
esta contradicción es el Partido Pirata que se
presenta a sí mismo como el de la transparencia, lo que en realidad equivale a
una propuesta de despolitización. “Se trata, en realidad, de un anti partido”,
afirma Han.
Y se ha diluido también la “verdad”, porque en la sociedad de la
transparencia lo que importa es la apariencia. Parte de su discurso recuerda el
de los situacionistas franceses de los sesenta, que sostenía que la historia
podía explicarse por el predominio de los verbos que explican las cosas. En la
antigüedad, lo importante era el ser, pero el capitalismo impuso el tener. En
la actual sociedad del espectáculo, sin embargo, domina la importancia del
parecer, de la apariencia. Así lo resume Han: “Hoy el ser ya no tiene
importancia alguna. Lo único que da valor al ser es el aparecer, el exhibirse.
Ser ya no es importante si no eres capaz de exhibir lo que eres o lo que
tienes. Ahí está el ejemplo de Facebook, para capturar la atención, para que se
te reconozca un valor tienes que exhibirte, colocarte en un escaparate”. Y el
mundo de la apariencia se nutre de las aportaciones de los medios de
comunicación. Pero hay una gran diferencia entre el saber, que exige reflexión
y hondura, y el conocer, que no aporta verdadero saber. “La acumulación de la
información no es capaz de generar la verdad. Cuanta más información nos llega,
más intrincado nos parece el mundo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario